Los novilleros de Algemesí llevan un pleno de triunfos en la Setmana de Bous. A lo de Nek y Torrijos se ha sumado, y de qué manera, Álvaro Cerezo. ¡Dos y rabo por petición popular! Qué locura.
Como de locos ha sido la eralada de Aída Jovani. Embestidas para todos sin ningún renuncio. El listón del hierro de Sant Mateu ha quedado bien alto.
Pero no todo fue triunfo y alegría. También hubo un toro al corral. Martín Morilla ofreció colección muletazos en una faena eterna y se atascó con espada y descabello hasta escuchar los tres avisos. Con el novillo devuelto, las peores intenciones de los cornúpetas las lució un de los dos cabestros que cogió al pastor de muy mala manera, aprisionándolo contras las tablas y la tronera del buerladero. Segundos dramáticos, al final sin consecuencias.
La alegría vino tras el parón para la merienda, que es cuando los niños invaden el albero del cuadrilátero, juegan al toro y les piden autógrafos hasta a los banderilleros.
Álvaro Cerezo está por hacer. Por ejemplo, con el capote le cuesta un poco más. Pero tiene una idea, un concepto, del toreo que quiere expresar. Y ahí tiene gusto. Se deja caer, torea con todo el cuerpo cimbrea la cintura y expresa cositas. El de Jovani fue el partener ideal, ‘Rosquillo’ se llamaba. Noble, encastado, con una embestida alegre, con un tranquito bueno, pero más a media altura. Cerezo sumó en cada tanda de forma templada y expresó gusto. Hasta un cambio de mano antes de irse a por la espada le salió cumbre. Y a la hora de la verdad Álvaro Cerezo cobró un espadazo fulminante. Dos orejas inegables. El público clamó ¡rabo, rabo! Y cayó el máximo trofeo por petición popular.
El primero de la tarde de Jovani fue mucho novillo. Ignacio Boné bastante hizo con no verse desbordado. Pero es que la embestida empujaba mucho más que toreo y muleta ofrecía el de Huesca. Exigía el novillo a cada embestida un tranco de más, más vuelos, más cintur, más muñeca.
En tercer turno actuó el limeño Pedro Luis. Irregular su actuación. Entre indecisiones y aciertos deambuló. Le anotamos una serie importante de naturales con poso, profundidad, templanza y mando. Pero luego también le apuntamos demasiado trayazo. Exigente fue el de Jovani. Con un punto de genio el burraco entrepelado. De hechura un poco más montada y embestida más brutota
Cerró el festejo Alejandro González, de Albacete, hijo de Gonzalo González, tantos años en las filas de Manuel Caballero. Y por ahí anda. Destaca su temple, la suavidad en los toques. La espada se le atragantó pese a su altura.
