SAMUEL NAVALÓN ENSEÑA SUS ARMAS EN ALGEMESÍ: HAY GUERRA FRÍA

Vaya por delante una ocurrencia que tuvimos hace 20 días: el día de San José de 2024 se debería de anunciar en València un mano a mano entre Nek Romero y Samuel Navalón. A partir de ahora la crónica de la sexta de la Setmana de Bous de Algemesí.

Samuel Navalón ha enseñado parte de su arsenal a su paso por Algemesí. Si bien los objetivos no se han cumplido del todo —arrollar, derribar la puerta grande—, las sensaciones son de haber dejado rastro de torero grande, varios golpes de gran calado y una faena de altos vuelos. De momento, con ese no rotundo a su triunfo que se ha pedido desde el público y que sólo el presidente ha negado, podemos decir que la guerra fría ya está en marcha.

A Samuel Navalón se le han negado dos orejas por una estocada demasiado trasera y el otro día a Nek, cosa que no le hizo demasiada gracia, le abrieron la puerta grande tras varios pinchazos.

Bien por Héctor del Olmo, presidente de la tarde, por no desatar el triunfalismo, mal por el desequilibrio, el tufo chauvisnista que a nadie hace falta o negar una tarde de premio gordo. El caso es que se vienen dos toreros con mucho que decir la próxima temporada dentro de una hornada de futuro.

La novillada de Lagunajanda fue sobre todo guapa. Más raspa el primero, más cuajaditos el resto. Bien por falta de fuerzas, bien por falta de raza, ningún toro se terminó de equilibrar.

Samuel Navalón puso todo. Encajado desde los faroles de rodillas con los que arrancó su tarde. Entró en todos los quites que pudo con tremendo sentido: tafalleras, gaoneras, chicuelinas… La máxima de la quietud y el ajuste. Gesto y actitud de torero mandón.

Hacia adelante. Aferrado al piso. Apretó a su primer novillo. Lo administró perfecto, por abajo. La novillada punteó por sistema y el temple se hizo más necesario que nunca. Por ambos pitones imprimió trazo largo y profundidad. Muy asentados los riñones siempre. Luego el bocado adelante, ya metido entre los pitones, y unas manoletinas con toque personal y de gran impacto. Parecía cantado el triunfo cuando la espada se negó de pura ansiedad.

Su segundo regaló menos, pero lo que tenía se encontraba haciéndolo humillar y tirando de él. A media altura carecía de transmisión aquello y Samuel Navalón lo vio pronto. Algún enganchón y un par desarmes ensuciaron la faena. El arrimón con todas las de la ley provocó un auténtico incendio. Arrimón en esos terrenos propiedad de los elegidos. Los pitones acariciaron varias veces los muslos del torero.

Ya estaba otra vez. Pero la espada ahora se fue trasera, muy trasera, traserísima. Fue sufuciente para la muerte, pero también suficiente excusa para no conceder las dos orejas. La cara de Navalón era un poema, pero volvió a sonreír nada más agarrar la oreja para darse dos vueltas al ruedo al grito de torero, torero.

Diego Bastos abrió la tarde con la citada raspa de Lagunajanda. Al novillo, falto de celo, le costaba demasiado embestir por abajo. Cuestión de toques fuertes para que no se viniese como distraído y mirando por encima del estaquillador. Cuando dio con la tecla Diego Bastos cortó la faena como de golpe. Extraño.

El segundo de Diego Bastos fue un castaño al que le faltó poder, pero por contra sacó excelente profundidad. Por el pitón izquierdo sobre todo. Al natural Diego Bastos hizo lo mejor, muy enroscado. Llega a tener un punto más de pujanza el novillo y resulta extraordinario. La espada se atravesó.

Samuel Navalón vino a morder en Algemesí, el corral de Nek. Hay guerra fría. Yo lo del 19 de marzo en València lo veo.

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