ROCA REY Y UN GRAN JANDILLA, APOTEOSIS DE UNA BUENA TARDE DE TOROS EN VALÈNCIA

FOTOS GALERÍA: LITUGO

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La comunión de Roca Rey por València disipó cualquier duda. Tras dos llenos consecutivos faltaba este triunfo rontundo. La inapelable explosión y la onda expansiva ante la que sucumbía la propia plaza y se extendía, a hombros el torero del Perú, hasta el hotel, calle Xàtiva arriba. Un estallido apoteósico de pasión, bravura y toreo. Porque los que están en lo alto están obligados a demostrar sus razones todos los días. Ayer un arrimón, hoy cumbre al natural con uno de Jandilla del que nos acordaremos por siempre, ‘Leguleyo’. Fue, por su bravura e intensidad, una de las perlas de una gran corrida de toros con el hierro y estirpe de Jandilla. Y fue su muerte brava, entregándose en los mismos medios con la plaza en pie y una emocionante ovación. El misterio de la bravura desvelado en la muerte de un gran toro que contemplamos con lágrimas en los ojos.

Porque el triunfo de Roca Rey prendió en el clímax de una gran corrida de toros con el hierro de Jandilla. Toda cinqueña salvo el sexto con los cuatro años acabados de cumplir. El fondo, la casta, el afán por tirar adelante, por entregarse. Un corrida de toros seria, bien hecha. Con hechuras. Pero una corrida de toros variada e interesante. Hoy, de repente, no miramos el reloj. Lo que durase. Dos y treinta y seis minutos después de su inicio Roca Rey se iba a hombros hasta el hotel en plena locura desatada tras una tarde de toros. Repito, de toros.

Cuando saltó ‘Leguleyo’ 67, el sello Jandilla ya dominaba la tarde porque los dos primeros también habían sido notables. Éste, castaño chorreado, recto de lomo, sueltas las carnes y rematado. Cinco años cumplidos. Despertó con buen son en la capa. Roca Rey llegó hasta la boca de riego en el saludo. El toro se templa, desparrama clase a espuertas. En el caballo se mide el toro, pero hay que destacar que al segundo encuentro acudió con mayor alegría. La corrida se picó prácticamente sola, de pura alegría. Lo bravo que llevaba dentro, un misterio que se desvelaba.

Roca Rey se destapa y disipa dudas con una faena maciza y a más. A la altura de un toro de bandera. Cambiado por espalda bien ajustado para abrir la faena. En redondo se fija. Distancia a favor del toro. La obra toda se amarra con la zurda. En el nudo de la faena Roca Rey le traga una primera serie al natural, larga, para calcular alturas y distancia. Hasta que se la tiende sobre el albero, le aguanta un parón, confía, pone los muslos y rompe: toro y torero se entregan. A partir de ahí, surge el toreo de Roca Rey al natural, enganchado por delante y largo el trazo. Profundo el toro, entregado. El giro para quedarse colocado. La muleta por delante. Cumbre al natural de Roca Rey. Luego dos tandas sobre las diestra reunidísimas, compas abierto sobre un azulejo, y el epílogo por roblesinas. Y otra vez la magia del pitón izquierdo, planea en los remates y se alcanza la fusión en cambio de mano. El público pide el indulto. Roca Rey agarra una estocada corta tras aviso. La emocionante muerte de ‘Leguleyo’ buscando los medios se graba en la memoria para siempre. El público en pie acompaña el momento con una ovación. Lágrimas en los ojos: morir bravo. Dos orejas para Roca Rey, vuelta ruedo para el de Jandilla. Cuánta grandeza. La vida y la muerte, las emociones a flor de piel.

El sexto es el único toro que baja del conjunto. Es más anovillado, trae la edad recién cumplida dentro de una corrida cinqueña. Se mueve mucho. Ya de salida Roca Rey lo recibe a porta gayola y todo seguido le enjareta un manojo de chicuelinas de mano baja con gran efecto en los tendidos. Sigue el movimiento. Roca en laa primera serie en redondo ya le coge el aire y le impone el temple. Lo reduce en los remates con la muleta por debajo de la pala. Pero será un espejismo ,a partir de ahí suelta la cara el Jandilla por demás. Se mueve, se mueve mucho, pero la embestida no es fácil de limpiar. Canta una vez la mansedumbre buscando las tablas. Lo cambia. El conjunto tiene emoción y aplomo, falta limpieza y entrega en el toro. La estocada casi entera basta. Roca Rey arracaba otra oreja. Roca Rey, entre dudas sobre su estado de forma, la verdad es que acababa de firmar una de sus mejores tardes en València como colofón a su doblete de no hay billetes en las Fallas del 24.

El resto de la crónica se escribe a través de los toros de Jandilla (el cuarto con el hierro de Vegahermosa) y su casta. Su seriedad. Su entrega, tanto que cuando llegaban al peto casi que se picaban solos de tanto ímpetu. Como dice el dicho: esto tiene importancia si hay toro.

‘Subversivo’ fue el primero. Un toro hondo, lleno. Destaca por su entrega. Jose María Manzanares lo recoge sobre la diestra. Lo mima y cuando es necesario tira de voluntad y corazón. Lo que le faltó, por ejemplo, hace unos días en Castellón. Entonces parecía estar de pretemporada, hoy daba el paso adelante para ganar la acción. Por el izquierdo saca un punto de violencia el toro, se vence y el de Alicante prefiere no insistir por ahí. Recorta el toro. Un apuro para Manzanares, que regresa a la diestra. La muleta en la cara, la ligazón sobre los talones. Un serie cumbre la última que cierra con un cambio de mano por abajo y uno de pecho. Punto y aparte los pases de pecho. Los ha firmado de todos los colores. Casi circulares, a la hombrera contratando o forzados. Porque así venía el toro bravo y entregado a la muleta. La estocada incluso resulta un punto contraria. Un orejón.

‘León’ se llama el quinto, con el hierro de Vegahermosa. Otro tío. También trae buen fondo. Las fuerzas no le sobran. Se amontonan en el saludo capotero. Manzanares quiere. Se adivina cierto compromiso. Pero unas veces por esa debilidad y otras por la falta del temple exacto que pide la condición del toro, no acaba de surgir el correcto entendimiento. La actitud del animal siempre es altiva y de tirar adelante, de fondo bravo. Sin acabar de exprimir pensando en la estocada, a la segunda deja un gran espadazo Manzanares.

El segundo de la tarde es otro de los toros de la tarde, aunque a este Alejandro Talavante no lo deja ver. Se llama ‘Orientador’ el Jaundilla, largo y fino. Faroles de Talavante. Puro artificio. Tiene alegría y entrega en su galope el toro. Hasta para ir al peto, donde toma dos varas notables de Manuel Cid. De la primera la sangre le llega hasta la pezuña y la segunda la toma con alegría. Cómo es Orientador. Roca entra en acción en un quite por Chicuelo y Tafalla. Y en la brega hay capotazos intensos y eternos de Javier Ambel. Pero es tomar la muleta Talavante, que se duda si brindar o no el toro, al final lo hace, pero para dar una lección de como ahogar y cargarse un toro en media docena de muletazos: unos telonazos por alto, dos recortes y el intento al natural ya encima del toro. Nada. Encimismo defensivo y enganchones. Menos mal que la espada de Talavante es ahora mismo lo mejor que tiene, aunque le hace falta un golpe de descabello.

‘Zanjalimplio’ con casi seis años es un tío y lleva a todos aperreados en la lidia. Toro encastado, con su punto manso. Alejandro Talavante, a la deriva entre el flamear de sus telas y tantos enganchones, pasó un rato incómodo.

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