DIEGO VENTURA, PUERTA GRANDE Y SUFICIENCIA DE FIGURA; ¿LOS TOROS DE CUVILLO, EN CONTRA DEL ARTE?

FOTOS LITUGO

Hay ambiente y ganas de toros. Eso se palpa. La Feria de Julio vive y guarda la esencia de la plaza de toros de València. Pero siempre es necesario un pelín más. Por parte de todos. La tarde noche era más que agradable, la brisa por momentos hacía pensar que el Mediterráneo estaba más cerca todavía. Media plaza en los tendidos, incluso algo más. Repartidos. Una mixta en el menú. Maldito invento. Pero vino bien para cambiarle el discurso a la tarde y variar los temas. Al final fue el rejoneador Diego Ventura quien triunfó. Lección de figura máxima del toreo. Puro temple, ni un caballazo. La mesura y el mando desde las riendas y la embestida embebida siempre, pegada al estribo. A pie, una corrida de Cuvillo que echó varios toros interesantes y variados. Luego entramos en detalles. Fernando Adrián, que es uno de los nombres de la temporada, se presentaba en València como matador casi 10 años después de tomar la alternativa y cortó una oreja. A Juan Ortega le pesó el bueno en la muleta y lo desbordó el manso. No tuvo el día. ¿O los de Cuvillo estaban en contra del arte?

El primero de Los Espartales tuvo ritmo y buen fondo, y cuando se le vió tomar las telas lo hizo con clase. Un Murube grandón que rondaba los 600 quilates. Diego Ventura lo midió en el primer rejonazo y a partir de ahí lo cuajó en una faena repleta de temple. Como si flotase. Dos quiebros para clavar el rejón de castigo, a mejor el segundo. Y a partir de ahí, el detalle de ir siempre a más, a mejor, con el toro. Nómada lo borda a dos pistas por dentro. Lío primero se deja ver en la distancia y luego apura los terrenos. Qué caballos. Diego Ventura, siempre generoso con los terrenos, sin abusar de la protección de las tablas. Violines con las cortas, las rosas y un rejón de muerte en el sitio. Y una oreja merecida.

El segundo de Ventura resultó blando. Le sentaron mal los cambios a dos pistas, y eso que fueron despacio y sin violencias. Se impuso el temple y la pureza. A dos pistas, ligada al estribo la embestida. Ni un caballazo. Ni la más mínima polvareda. El rejonazo de muerte fue fulminante. Así debe ser el nivel de una máxima figura del toreo a caballo. Justa la puerta grande.

Fernando Adrián volvía por València 11 años después de hacerlo como novillero. Él estuvo en aquel cartel que lanzó a Román con novillos de El Parralejo. Entonces era referente del escalfón de novilleril. Volver le ha costado un rato. El taurinismo es así, incapaz de renovar el escalfón así abras 40 puertas grandes de forma casi consecutiva. Prefieren repetir a Castella, Manzanares y Talvante en un cartel hasta aburrir y cerrar las puertas a todo atisbo de renovación. Vete tú a saber por qué Fernando Adrián habrá cogido la sustitución de Morante en València. El caso es que la merecía y estaba justificada.

Fernando Adrián aprovechó a medias la ocasión. Agarró fuerte una oreja de ‘Lamparito’, un cinqueño a tres meses de los seis, con sus virtudes. Toros con edad debía haber más en los corrales, candidatos a salir a las calles de los pueblos valencianos. Este ‘Lamparito’, grandón y basto, pero bien hecho. Musculado, apretado de carnes. En varas empujó de puro manso. Juan Ortega aprovechó un quite por chicuelinas y media que gustó. Fernando Adrián cumplió con esa norma no escrita de brindar a El Soro el toro de tu presentación en València. El inicio fue en los medios con el cambiado de rodillas. El toro exige y pesa. Por el derecho lo liga en una baldosa. La muleta siempre en la cara y la planta asentada. Hay ajuste. Por el izquierdo se mete por dentro, radiografía y hace hilo. Se complica y la faena se encierra en la diestra. Donde hay ligazón e impone el torero. Buena estocada, un tanto desprendida y oreja.

Cuando se viene el quinto de la tarde, ya son las diez menos veinte de la noche. El toro empuja en el peto a la segunda vara y resulta bella pelea de caballo, toro y piquero contra las tablas. Barroso aguanta el envite, el toro empuja, el caballo que parece que claudica, se rehace. A más, parece. Pero la bravura resulta mentirosa tras el brillante inicio de Fernando Adrián, que como un palo se saca al toro hasta los medios con gran mando y facilidad. Pero a la primera serie en redondo el animal embiste a media altura. Mentiroso este de Cuvillo. Complicado de trajinar, siempre a puñetazos. Con el público protestando el concierto de la banda, que va a la suya. Lo mejor es otra buena estocada de Fernando Adrián. 

Turno de Juan Ortega. Sus verónicas de Fallas todavía son imborrables, lo mismo que su faena sevillana es hasta ahora la gran obra de la temporada. El segundo de lidia ordinaria se llama ‘Aguaclara’, con el hierro de Cuvillo, resulta un toro interesante. Sin duda, bravo y encastado. Más levantado y vareado, presenta feo estilo de salida. Pero en el peto empuja. Sincera la forma de arrancarse al segundo encuentro. De embestir con la cara alta de salida a verlo descolgar en el segundo tercio. Juan Ortega busca los terrenos de menos brisa y se va al sol. De allí le hace ese incio tan suyo por abajo, muy apretado y castigador. Tal vez excesivo. Pero pronto de los bajos del sol a los medios por la mera inercia del animal que lleva la voz cantante entre los mil enganchones. Protestón por el derecho ‘Aguaclara’, destempleado Ortega por esa mano y por la otra. Los enganchones se suceden. Cruza la plaza Ortega a voluntad del toro, que le ofrece sus mejores embestidas por el izquierdo y en los medios. Al final la faena, la lidia o lo que fuese aquello termina en la contraquerencia. Como tapabocas, una buena estocada. Como el primero, el cinqueño, muere en los medios. Cosas de bravo. Un toro interesante.

El sexto, un melocotón de Cuvillo que atiende por ‘Encendido’, también un cinqueño a tres meses de los seis, hace de su lidia un descalzaperros. Juan Ortega delega desde el primer puyazo en la cuadrilla la labor de llevarlo al caballo. El primer trancazo es fuerte. El segundo es un picotazo. Con el tercio cambiado desde el palco y ante semejante desbarajuste, el toro se lleva dos picotazos más a traición. Menuda papeleta. En el inicio el toro pasa por el izquierdo y mira por el derecho. Juan Ortega ya ha entregado las cartas. Por suerte mete la mano al primer intento y deja un pinchazo hondo. Petardo del sevillano.

La Feria de Julio sigue su examen este fin de semana con un cartel cautivo de los poderes taurinos y sus cambios de cromos de figuras y otro cartel que tiene todos los argumentos que merece València con toros y toreros. Veremos.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de València, 19 de julio de 2024. Segunda de la Feria de Julio. Media plaza (cerca de 5.000 personas). Corrida mixta

Toros de Los Espartales para rejones (1 y 4) y toros de Núñez del Cuvillo, justos de presentación, para Diego Ventura (oreja y oreja), Fernando Adrián, que se presentaba en València (oreja y ovación) y Juan Ortega (palmas y pitos).

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