FOTOS LITUGO
Torcía la tarde y la Feria de Julio hacia su fin. Ya casi era momento de recoger las banderas. Recuerdo de crío los días así, cuando por el tejadillo uno se iba echando las banderas al hombro, señal de que mañana no habría toros. El lenguaje de los signos del coso de la calle Xàtiva. La breve merienda cena en los tendidos pasaba veloz: para que merienden a dos carrillos los del callejón se han inventado regar la plaza. La esperada corrida de Santiago Domecq no terminaba de romper. Casi veinte años sin lidiar una corrida por València, los triunfos recientes en Sevilla o Madrid habían señalado el cartel con fosfi de muy interesante. Y entonces salió ‘Escondido’ del oscuro chiquero. Los focos ya hacían centellear los vestidos de torear. Guapa la expresión, amor a primera vista. El gesto despierto. Más escurrido de atrás. Román lo esperó sin atropellos. Recogido de capa dando tiempo y espacio. En varas aprieta el toro con los riñones al primer encuentro y el segundo lo toma con alegría y franqueza. Del mismo chocazo ya se mete las cuerdas, pero se mide al toro. La casta ha despertado.
El inicio es fundamental: Román se dobla por abajo, poderoso, mandando de la embestida. ‘Escondido’ ya se descara, se entrega y se come la muleta por abajo. No hay la mínima concesión. A partir de ahí se desarrolla el pulso. Ese encuentro de valor y bravura. Un auténtico toma y daca. La distancia y la muleta abajo, soterrada. Como un torrente se viene el de Santi Domecq. Tras la primera tanda le hago una escuchita a mi hijo. La bravura se palpa en la dificultad del toreo. Román liga en una baldosa, la deja colocada, no levanta la mano del alberto ni medio palmo. Los muletazos milagrosamente salen limpios entre tal tromba encastada. Manda el toreo, exige un caudal de casta brava. Román le traga, rebosa la emoción en los tendidos. El valor del torero no retrocede, al contrario, gana un paso, sujeta más, exige otro muletazo más, ese que ya se vive en el filo de la casta. Lo aguantan toro y torero. Ese muletazo que le vale al ganadero, el que hace quinto o sexto de la serie. Bellísimo pulso. Al natural hierve la raza del animal que se rebrinca de puro ímpetu. Hasta en esa partida se impone también Román, que le cuaja dos series al natural puras. Abrumadora sinceridad. La plaza al unísono empieza a pedir el indulto de un toro bravo y encastado que ha embestido en tromba, siempre por abajo, al exigente mando de Román. Al final el toro tiene dos renuncios, son la medida del examen del toreo que ha vivido. Hay un clamor y el palco concede el indulto. A veces la justicia se hace presente. Era el colofón para un hierro, el de Santiago Domecq, para Román y su año en València y para una Feria de Julio que en la plaza de toros de València es donde mejor y más intensamente se vive. Lo de la escuchita al final se había cumplido: ‘Escondido’, número 24, negro listón, de 545 kilos, nacido en septiembre de 2019 y marcado con el hierro de Santiago Domecq había sido indultado.
Román había cuajado a su primero, ‘Capitán’, un castaño anovillado, que fue protestado por falta de fuerzas y de trapío. Hubo jaleo. El personal que paga se cansa. Pero el toro se mantuvo por imperativo del palco y con el temple y el tacto de Román el animal logró remontar y romper a bueno. Toro enclasado, repetidor, por el derecho llegó a planear. Inteligente y torero Román con y sin toro. De largo el cite, muy reunido el embroque. Meritorio al natural. Por ahí se rebrinca ‘Capitán’, pero Román logra dejársela muerta sobre la arena y tirar con temple zurdo. El caso es que al final la espada ha descompuesto las opciones de triunfo con un pinchazo, estocada defectuosa y dos descabellos. Por otra parte, las protestas iniciales a ‘Capitán’ terminaron con palmas al arrastre.
Era día de toros y toreros. Un mano a mano con Paco Ureña y Román y el interés de los toros de Santi Domecq. La ilusión del público intacta. Una ovación al romper el paseíllo. Paco Ureña hizo de la tarde una cuestión de fe. Podemos decir tanto que no le correspondió el mejor lote, como que con la espada estuvo como la chata.
‘Soñador’ abrió plaza para Paco Ureña. Toro bajo, fino de cabos y de vientre, musculado, con cuello, badana y seriedad. Acaramelada la cuerna y las puntas hacia arriba. Una pintura. Más guapo aún cuando embiste y se estira en el capote de Paco Ureña. Lo comienza por estatutarios. El toro está limitado en su poder y con su puntita de genio. Se derrumba hasta tres veces en una faena en la que Ureña alcanza hondura en algún natural y de rechazo sueltos. Entre las pocas fuerza y ese geniecillo el temple se complica.
Al segundo de Ureña, Heráldico, otro toro de hechuras apretadas, le cuesta romper adelante en los muletazos. Pero Ureña le pone el alma. Lo empuja. Es más una cuestión de fe ante un toro intermitente que no repetía nunca dos embestidas iguales. Pero Ureña se entregaba y se hundía en los riñones como si fuera a estallar allí mismo el misterio del toreo. Quién sabe. Un pinchazo sin soltar, otra media y una estocada tras aviso.
El quinto, un cinqueño a cuatro meses de los seis, castaño chorreado, largo y basto, fue otra cuestión de fe. Paco Ureña traga y hace un esfuerzo con este toro incierto que venía justo después de la locura del indulto. Cuando parecía imposible, la fe inquebrantable de Ureña tragaba con la incertidumbre de ese segundo y tercer muletazo en cada serie que salían a regañadientes. Meritorio no desfallecer ahí.
El sexto venía con la misma edad que el quinto. Complicaciones parecedidas. Otro cinqueño basto y cabezón. Tenía cierta inercia si tragabas y empujabas cada muletazo. Pero triunfar era pura quimera. Román lo enseñó y buscó el alivio con la espada. Quedaba la miel de la puerta grande tras un triunfo y una faena auténtica y verdadera, de valor y bravura sinceras, la que había escrito junto a ‘Escondido’ de Santi Domecq con el final feliz del indulto.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de València, 21 de julio de 2024. Cuarta de la Feria de Julio. Toros de Santiado Domecq, desigual de presentación. Destaca el cuarto, ‘Escondido’ Nº 24 de 545 kilos y nacido en septiembre de 2019, bravo y encastado que ha sido premiado con el indulto. Paco Ureña (ovación, silencio tras aviso y ovación) y Román (ovación, dos orejas y silencio). Algo más de media plaza (una 5.000 personas).































