Fotos :: Carlos Litugo
El tiempo respetó el inicio de Fallas con una novillada que, sobre el papel, era puro lujo. La presentación de Marco Pérez y de Aaron Palacio en Valencia. Y una nueva generación en la línea Torrijos como apuesta de la torería valenciana. Juan Alberto se llama. Futuro para paladares exquisitos. Distinción. Ídolos de nueva hornada de aficionados insultantemente jóvenes. Más futuro significa también la gente que arrastran a las plazas de toros Marco Pérez y compañía. Los novillos de Talavante eran los renglones sobre los que trazar el toreo y quedó en un bluf. Dentro del equilibrio en la presentación, novillada justa, nada estridente, algo zancuda en general. Los que pecaron de bastos, lo acusaron. Se paró el tercero, se movió sin gracia ni clase, a media altura, el cuarto y el quinto derivó a tablas. La otra mitad dio oportunidades, pero con escasa transmisión de raza. Demasiado azúcar talavantino para que el toreo tuviera importancia. Nobleza sin misterio.
Aaron Palacio navegó con suficiencia. Con la destacada virtud del temple en su primero y capaz de plantar cara en las cercanías del desaborío cuarto. El aragonés no yerra. Pulsea y se encaja en su cuerpecillo de torero. Por ejemplo, desde que recibió por faroles de rodillas a su primero hasta que en el último lance de la faena tiró los trastos para desplantarse y dejarse llegar las puntas de los pitones a la misma faja. Confianza plena se llama. El valor es recorrer ese camino. La naturalidad, hacerlo así. Atrás quedó un quite por tafalleras de atinado embroque, también la sensación de dominio, el ritmo de la cintura toreando en cada muletazo. El novillo, sin chispa por el izquierdo, tuvo profundidad por el derecho y la capacidad de seguir los flecos de la muleta hasta el final por abajo. Dejó un pinchazo arriba, luego una estocada y arrancó la oreja del primero.
Mérito enorme fue el toreo de rodillas con que Aarón Palacio destapó la faena al cuarto, que embestía a media altura, sin clase. Encajado en redondo y ligando el cambio de mano para el de pecho con las dos rodillas en el suelo. Ojo. Porque la tarde se encontró con el bluf ganadero de Talavante, pero ojo con el momento de Aarón Palacio. El sitio donde se puso.
Empató Marco Pérez con el segundo de la tarde. Un novillero fácil de manejar, pero con poca transmisión. El inicio por estatuarios no tuvo eco. Llegaron los efectos para sorprender a los tendidos y hacer romper aquello: una arrucina, el de pecho. Entonces Marco amarró una buena serie a diestras. Ajustada, ligada. Con técnica y hondura a la par. Al final resultó una oreja en la presentación de Marco Pérez en València. El de Salamanca seguro que esperaba más. También es cierto que lo midieron y que el quinto no se prestó: muy por los adentros. Basto y de poco recorrido. No hubo brillo.
JUAN ALBERTO TORRIJOS: LA FAENA DE MÁS INTENSIDAD
Juan Alberto Torrijos aprovechó los dos quites en los novillos de Marco para distinguirse. Importante el primero, de frente por detrás y larga de remate. Casi que obligado el que le dejó al quinto por chicuelinas según ya se despeñaba la tarde. Marco Pérez no entró en la batalla. Casi que ni se dio por aludido, pero la primera mano merecía contestación y la tarde necesitaba su pique y su competencia.
El tercero de la tarde fue un mulo. Sin opción. Juan Alberto se fue a porta gayola con los dos. El último le abrió una luz entre su mansedumbre. La movilidad y el buen aire al tomar las telas fueron esperanza, aunque se afeaba en la salida desentendida de los engaños. Torrijos lo empapa de muleta en un importante inicio por abajo y juega bien con las distancias, las querencias y la mansedumbre. Da distancia en el primer tramo, le gana la mano con circulares por dentro aprovechando todo el viaje y lo caza en la suerte contraria de una buena estocada. Fue la faena de más intensidad de la tarde y por eso le pidieron las dos orejas, pero al final el palco lo dejó todo en triple empate de un trofeo por coleta.

































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