Hace cuatro meses y medio el pueblo valenciano empezó a dar una lección de actitud, resilencia, trabajo y dignidad cuando la barrancada llenó todas sus vidas de agua, lodo y barro. Cicatrices que todavía están, señas imborrables, pero el corazón limpio. Alguna gente no ha podido volver a su casa, como mi madre, sin ascensor aún –esta semana lo empezaron a reparar–, viviendo en otro pueblo al no poder hacer vida normal en Catarroja. Y hay gente que ni ha podido regresar a lo que era su hogar ni lo hará.
Cuatro meses y medio después las Fallas de València arrancan haciendo como de tripas corazón. La lluvia sigue presente. La plaza de toros vuelve a ser punto de encuentro de la gente, la afición, de los pueblos de l’Horta que llegan en tren o trenet. Ayer mis tíos de Catarroja, casi todos con el guarismo 7 por delante, cuatro meses y medio después de que sus casas se vieran ahogadas bajo dos metros de agua, y todos sus enseres para escombros, estaban en la naya de la plaza de toros de València dispuestos a vivir su día de toros y fallas cuando se encontraron ese ruedo de lodo y albero, empapado tras más de 24 horas de lluvia constante e intermitente y la dejadez para tenerlo listo. Ir, llegar, subir, con el día de perros que hacía, ya era imponía respeto.













Miguel Ángel Perera decía, «si matarla la podemos matar, pero puede haber cualquier imprevisto y ahí ya…» No podía ser, aunque Fernando Adrián quería y quería. Pero era imposible. El aplazamiento no le interesaba a la empresa porque eso ya sí implicaba pérdidas. Durante la hora y pico de paripé y deliberaciones los bares del coso hicieron buena caja. Tocará hacerle seguimiento al toro de El Parralejo número 6 que le había tocado a Ureña en el sorteo y ver ahora dónde se lidia.

Lo cierto es que llovió lo suficiente como para tener el ruedo inservible tras la novillada del jueves. Es posible que no hubiera tiempo material y sin lluvia para adecentar el ruedo. Seguramente los que habían pasado por taquillas eran los suficientes como para dar el festejo y empatar en caja. Pero ya no sé si merecían el esfuerzo y los materiales para adecentar de verdad el ruedo y no dejarlo todo en varias tractoradas sin pala, un mísero saco de arena y seis o siete capazos. Demasiado poco para un ruedo de 47 metros de diámetro con historia y una dignidad. Seguramente a las 12 del mediodía se tenía que haber anunciado la suspensión y evitar así una situación vergonzante, vergonzosa. Rancia.
«Hoy ha sido el día en el que se le ha faltado el respeto a la afición de la Plaza de Toros de València», me decía un abonado desde hace más de 30 años.
No hay mal que por bien no venga, Antes y después de la corrida suspendida, recorrimos Russafa de bar en bar en honor a la amistad. Pero eso merecería otra crónica que me reservo. Hoy, primera tarde de Roca Rey. València le acompañará en su soledad con un lleno asegurado. Y Alajandro Chicharro toma la alternativa. Que lo disfrute, porque se lo merece.
