OTRO ORDEN ES POSIBLE

Las ferias de septiembre son más bien de secano. El final de agosto ya lo apunta. Esta semana el periplo nos ha llevado a Cuenca o Casas Ibáñez. Mañana, Requena. Ferias y feriantes. O la demostración de que otro orden es posible. En Cuenca, caídos Morante y Roca Rey en plena vorágine del ferragosto. Daniel Luque, Fernando Adrián o Pablo Aguado sostuvieron el espectáculo y la plaza casi llena. Diversidad y triunfo, que es en definitiva lo que persigue el cliente (barra) feriante. Si ya le pones un indulto, lo flipas. Y Cuenca lo tuvo también. Es lo de menos: uno toro de Román Sorando. Lo de más, lo que hace falta, es educación taurina. Pero eso ya veremos a quién interesa.

(FOTOS LITUGO)

De Cuenca a Casas Ibáñez, adentrándonos más en La Mancha. Una de Victorino preñada de ilusión, la de los hermanos Martí de Bocairent. En Casas Ibáñez cabe más gente en la plaza de toros que habitantes tiene el pueblo (no llegan a 5.000). Más de dos tercios de aforo hoy (por encima de 4.000 espectadores) han vibrado con una de Victorino auténtica y variopinta. Cada toro, cinqueño o en sus cercanías, fue como una página por escribir. Dos toros duros para abrir boca, manso y aquerenciado el primero y un segundo, siempre midiendo, con el que tenías que poner todos los sentidos. Dos toros mejores, tercero y cuarto. Uno más vareado, el otro más hondo, pero para torearlos con temple, por abajo, con mando, y aguantar aquello pasando despacio. El quinto, volvió a pedir papeles, puesto que había que ganarle la acción y siempre se quedaba ahí abajo. Y el sexto resultó también gazapón e incómodo, sin acabar de entregarse.

Samuel Navalón, madera de torero grande, estuvo soberbio con su primer Victorino en Casas Ibáñez. Templadísimo. Toreando sin toques hasta hacer explotar la faena al natural y cuajarlo por ambas manos. Dos y rabo y exagerada vuelta a ‘Escobero’ de Victorino, al que le faltó rematar los muletazos exigentes de Navalón. De la suerte suprema el toro salió muerto y Navalón cogido, sin consecuencias, pero con la taleguilla hecha unos zorros. Otra paliza se llevó Navalón en el sexto, toro con edad, gazapón e incómodo, sin entregarse nunca.

Con el otro buen toro, el cuarto, Rubén Pinar dio una lección de poder y lidia. Lo midió en el peto, pero optó por darle dos varas para luego iniciarlo por abajo con mando y acabar logrando los muletazos más largos y templados de la tarde frente al Victorino Bohonero. Dos orejas. Una cortó del primero tras una lección lidiadora. Muy metido en las vías, soportando un incómodo toma y daca de toro mansón.

Para lote a la contra, el de Peñaranda. Al primero lo soportó llevándolo muy en línea y sin ningún despiste. Y en el quito, un toro de ay, tobillero y de corto recorrido Alejandro Peñaranda se acabó imponiendo por la izquierda, tragando una enormidad. Siempre presto, de uno en uno, por abajo. Ganando el paso. Lo mejor, la estocada. Y dos orejas en Casas Ibáñez para Peñaranda.

La foto final, todos a hombros junto al mayoral era un lujo, era resultado de la emoción y diversidad de una intensa tarde de toros, distinta. Porque otro orden es posible.

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