#FOGUERES2019/ CASTELLA, MANZANARES Y ROCA REY: TRIUNFAL BATALLA CAMPAL EN ALICANTE

La batalla campal de Alicante entre Sebastián Castella, José María Manzanares y Roca Rey ha sido auténtica y triunfal. El cartel fuerte de la feria de Fogueres 2019 tuvo ese guión tan mediterráneo de las grandes tardes de toros, explosivas y a más. No cabía más efusividad y ganas de triunfo en el público que llenaba los tendidos hasta la bandera. Y los toreros respondieron con raza, entrega y, sobre todo, toreo. Por todos los palos crujió la tarde.

La corrida de Juan Pedro Domecq, de cómoda expresión, es la que a veces estuvo por debajo. Le faltó mucho poder a la primera mitad, pero a partir del cuarto la tarde se embaló con la casta de ‘Niñato’ y el reencuentro feliz con el toreo al natural de Sebastián Castella -dichosos los ojos-, la raza desatada de Manzanares o la autoridad de Roca Rey que se agigantó cuando se vio contra las cuerdas en el sexto. Batalla campal de torería desbordada y triunfal en Alicante.

La disposición del público estaba clarísima cuando Castella le sopló dos chicuelinas al primero y aquello rugió. A gorrazos empezaba la corrida y con el sonido propio de una tarde efusiva. Tres minutos de retraso y llenazo en los tendidos. Roca Rey se hizo esperar en su salida al ruedo para emprender el paseíllo. De jabón sucio la capa del primer juampedro, ‘Liante’. Cómodo, estrecho y vareado. De los cuartos traseros se abrió tres veces y al final le faltaron riñones en el último tercio, y eso que el tercio de varas duró un suspiro. Como toda la tarde.

Tan seguro como previsible navegó Sebastián Castella, quien pronto vio que no se podía apretar nada. Faena larga que contó con un público especialmente sensible a los remates y resto de efectos especiales. El conjunto se finiquitó con un feo pinchazo y una estocada baja. Y solo fue una ovación para el de Beziers.

Pero en la segunda mitad el guión se reescribió y tanta efusividad cobró sentido. Fondo, casta y expresión en ‘Niñato’, el cuarto de la tarde. Un toro apretado de carnes, recogido y de agradable expresión. Con nervio en la embestida y mucha fijeza. Magnífico el puyazo. Castella se dejó ver en el quite por saltilleras. El emocionante inicio con hasta tres cambiados puso la faena a hervir. Por la mano derecha la primera serie tuvo transmisión. Sin acabar descolgar, todo ocurrió muy ligado y en una baldosa. Al natural Sebastián Castella encontró oro. Muy despacio. Lacia la muleta, sin toques, largo el natural y la embestida, ahora sí, entregada. Muy toreada, hasta el final que iba. Castella la llevaba y la sentía, que es lo importante del toreo: sentirlo y poner el alma. El toreo circular fue de regreso a la mano derecha, pero los remates se despejaban por abajo en naturales eternos. Hasta las manoletinas y otro natural de 360 grados tuvieron sentido en la faena. Una estocada algo trasera y desprendida desataron el triunfo y abrían el fuego triunfal: dos orejas para Castella.

Manzanares salió al quinto como fuera de sí. Su primer intento de faena no salió de la rutina esforzada por mantener en pie al inválido, un ‘Rasgueo’ que era para rasgarse las vestiduras.

Como no podía quedar así la cosa, tres largas cambiadas de rodillas le soltó Manzanares a ‘Martilleo’ -el quinto- para provocar la locura. Hasta hubo apropiación cultural y, como Castella y Roca Rey, arrancó Josemari con la explosión del pase cambiado para luego hacer el toreo en redondo que se dibujó en curvas perfectas e imposibles. A cámara lenta la cintura se perdía en un infinito barroco. La embestida ponía sus pegas. Martilleaba, sobre todo por el izquierdo. Por el derecho, percha y prestancia en la curva del muletazo. Una última serie en la media distancia, provocando al toro y empujando el muletazo más profundo y más largo todavía. Y por último el zambombazo de la suerte suprema recibiendo. Dos oreja para el torero de la tierra y el espíritu.

El primero que abrió fuego real fue Andrés Roca Rey. Cómo no. Con el tercero. Se inventó prácticamente a ‘Macanudo’, que iba con las puntitas por delante. Ninguna exageración en el trapío. Si quieres un punto más largo, pero igual de fino y estrecho. Las fuerzas se echaron en falta pronto. Al tercer lance, cuando ya el emperador Roca Rey se quería dejar llevar aferrado al piso por pecho y cintura a la verónica, se tuvo que recoger la embestida, más bien sujetarla, perpetrar otro simulacro en varas y captar la atención en el quite.

Esa moda de detener el tiempo de la lidia para darse coba y tratar de buscar el lucimiento que tan a huevos queda en las plazas de segunda tras el picotazo de rigor. En la batalla de Alicante sucedió en todos los otros salvo en el quinto. Pero es que la lidia nos habían contado que era otra cosa. Pero con juampedros así, difícil. Paquito Algaba y Viruta sumaron un estupendo tercio de banderillas, por cierto, y se desmonteraron.

Brutal fue el inicio de Roca Rey con el cambiado -tres faenas tuvieron ese inicio en la tarde-. La embestida enroscada al poste, a la cintura, por delante y por detrás. Otra vez, más en corto, y el de pecho, el cambio de mano, el pase del desprecio para provocar el estruendo en el público. Fue una salida de faena fulgurante que sucumbió en el intento de mantener el interés ante una embestida de escaso celo. Exigente el trazo. Demasiado largo y profundo. El poder del animal se echaba en falta. Más los remates volvían a subir la efusividad. Pesaba más la puesta en escena que el argumento. Al natural la cara pedía socorro por arriba. Y entonces se rajó. Roca Rey se montó encima en el arrimón ya en los adentros y de un puñetazo metió la espada. Una oreja de autoridad. La segunda la guardó el presidente con rigor. No importa, le decía entre barreras José Antonio Campuzano, maestro y apoderado de Roca Rey. Parecía que se había leído la segunda mitad del guión que traía la tarde.

Así, cuando salió el sexto, ‘Pagano’, de expresión anovillada y bizco de cornamenta, que se descaraba por un pitón derecho que miraba hacia arriba, Roca Rey se veía acorralado por el triunfo ya firmado por Castella y Manzanares.

El peruano se lanzó a pecho descubierto con solo una bala en la recámara. Las chicuelinas de Roca Rey en el mismo saludo cortaban la respiración por su tremendo ajuste. La tarde no se le podía ir. Un poco más y el picador casi no sale ni al ruedo. El picotazo fue en la misma puerta de caballos. La lidia tuvo el paréntesis de un quite por gaoneras y media de mucho vuelo. La moneda al aire en el inicio por estatuarios. La faena en apuros y Roca Rey buscando el triunfo. Por la mano derecha no se abrieron los caminos. Se frenaba la embestida, atascada, sin despegarse. Sitio y pasos perdidos. Tampoco. La muleta a la zurda: el pulso y de repente el resquicio para alumbrar el toreo. La faena se iluminó al natural. El toreo que da sentido. Ligado, sutil, poderoso: Roca y Rey. Imponente. El arrimón sorprendente, las bernardinas. Un voz maleducada cortó el silencio ante la suerte suprema. Un pinchazo, la estocada certera. La oreja rotunda, la petición de la segunda que merecía. La batalla campal firmaba la tregua con Castella, Manzanares y Roca Rey por la puerta grande. Batalla triunfal.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Alicante, sábado 22 de junio de 2019. Segunda de la Feria de Fogueres. Toros de Juan Pedro Domecq justos de presentación, nobles y blandos, la segunda mitad del festejo sacó mejor fondo; para Sebastián Castella (ovación y dos orejas), José María Manzanares (ovación y dos orejas) y Roca Rey (oreja y una oreja tras aviso con fuerte petición de la segunda245 en ambos). Lleno de no hay billetes.

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