De verdad, como es la vida, Francisco José Palazón, que reaparecía tras lidiar con un tal cáncer, no se lo pensó ni dos veces ante la fría salida del Algarra ‘Jarenero’. El de Petrer se impuso a partir de un segundo lance que ya llevaba por nombre Verónica. El secreto: no dudar y afrontar la vida y al toro como es y viene. Así se curó definitivamente Palazón, vestido de torero –purísima y oro– y aceptando con entrega esta otra enfermedad para la que no hace falta cura, la del toreo. Para Palazón fueron, claro, la ovación nada más romper el paseíllo y los respectivos brindis de Ureña y Román. Cómo son los toreros…
La hechura que traía el toro primero de Algarra era a la contra. Poco cuello, altas las manos, recto el lomo, y esa fría salida tan de la casa. Había que meterlo en las telas y sobre todo llevarlo. Una colada en banderillas y otro par más en el inicio por abajo y en la primera serie, obligó a Palazón a romperse e imponer el toreo. La mano mandona abajo cuando el Algarra amagó, a su bola, querer meterse por dentro. Con emoción se sujeta y se liga la embestida por donde más le dolía. Repito: por abajo, para estrujar bien la casta que había.
Luego, dos naturales con la bamba escapando por debajo de la pala con precioso y sometedor vuelo empapado de albero. Y el remate enroscado, más difícil, más puro. A partir de ahí la embestida se volvió a desentender. Volvió a amagar con esa guasa sorda. La frialdad frente a la calentura de un Palazón que se había toreado encima durante mucho tiempo. La cura definitiva fue el toreo. Un oreja de mérito tras pinchazo hondo y tendido que basta.
Despacio recibió Paco Ureña a la verónica al segundo de la tarde. Se llama ‘Tentador’ y se reunía mejor dentro de sus hechuras pese a dar en báscula sólo 452 kilogramos. Más cara, algo abierta como es tradición en la casa, pero mejor cuello e incluso badana para mostrar el trapío por delante. Por detrás se escurre y es, sobre todo, breve. Vistoso su galope, Ureña, tras el unipuyazo que dominó toda la tarde, quiso lucirlo y lucirse por gaoneras que se embarullaron en una embestida muy atrancada en las apreturas de la corta distancia.
Y es que le faltó fondo al toro para acabar de rebozarse y rematar tras los vuelos. Sobre todo por ese pitón izquierdo al que Ureña apostó casi toda la faena con la sinceridad de sus armas. Se rompió más el torero que el toro, y sí, más largura se consiguió por la mano diestra. El cierre por naturales a pies juntos se agradeció en tiempos de manoletinas y otros sustos. Estocada y oreja.
Largo y cuajado el tercero. Musculado y también algo silleto. La corrida para nada venía pareja en su primera mitad. El poco y frío compromiso de ‘Solamito’, escarbador incluso, lo rompió Román con el capote muy recogido, la manos muy cerca de la esclavina y ya casi en los medios. Un quite por tafalleras y cordobinas pivotando en el centro del platillo sirvió para corroborar que embiste como a golpes y siempre busca la huida a la mínima ocasión, y eso complicó bastante la brega en banderillas.
Se improvisó el inicio de rodillas y al natural para luego ligar el brindis a Palazón. Basto el toro: así embiste. Bruto. Firme y sobre todo técnico Román. La improvisación como si fuera de dulce. Pero cuando surgía el natural enganchado desde el hocico, el remate era el toro buscado escape. La técnica y el valor del paso adelante como respuesta y las rodillas otra vez al suelo al epílogo y luego, además, unas bernardinas. Estocada atravesada tras pinchazo.
Castaño oscuro y bizco fue el cuarto, de sueltas carnes. Un saludo largo de Palazón. La embestida se antoja la más enclasada. Hay un capotazo largo de Alvarito Oliver excelso. Espejismo. Se paró el Algarra en la hora de la verdad y se desesperó Francisco José Palazón. Tras tanta lucha en silencio, por fin tuvo que dar un grito –«joder»– cuando el bravo se le tornó mulo.
Muy atacado el quinto para seguir descompensando la ya, definitivamente, mala, desigual y desrazada corrida de Algarra. Se dejó a media altura. Paco Ureña sobreactuó e inventó embestidas, casi siempre a media altura entre tanta raza insulsa, para al final pinchar el triunfo. El sexto, por su parte, sacó hechuras rectas, alto de cruz como el primero y engañó con arreones emocionantes en los primeros tercios –llegó a derribar al piquero. Pero al final todo era también falta de raza. Román, más firme que la mar, robó muletazos de todos los colores ante una embestida que salía perdida o desparramando la vista por encima del palillo. La espada del valenciano volvió a echar a perder toda opción de puntuar al fin.
Plaza de toros de Alicante, 21 de junio de 2018. Segunda de abono de la Fira de Fogueres. Toros de Luis Algarra, desiguales de presentación y de poca raza y fondo. para Francisco José Palazón (oreja tras aviso y saludos tras aviso), Paco Ureña (oreja y saludos tras aviso) y Román (ovación tras aviso en ambos). Algo menos de media plaza (unas 5.000 personas).