Un vendaval de poniente hizo subir los mercurios; azotó València como si de un día de agosto en pleno marzo ventoso se tratase; se arremolinó el poniente entre la pólvora, los ninots, las enaguas de los vestidos de valenciana que empezaban a desfilar en la ofrenda y el aroma de sus flores para la Verge dels Desemparats. Trastornó la vida ese poniente que se coló también en los corrales, en los chiqueros, y removió seguro las entrañas de una corrida de Jandilla como si de una ruleta rusa se tratase. El carácter del toro es un misterio tan caprichoso que sin conocer ponentadas semejantes –porque hay que vivirlas– a este lado de la Iberia uno, la verdad, no alcanza a imaginar cómo le debe sentar al toro en el día de verter su bravura en el círculo mágico.
Qué hacía suponer que saldría ‘Horroroso’ 74, con el hierro de Jandilla y sus cuatro años y medio, en una tarde así, y recargaría sobre el picador sus entrañas vertidas en poderoso cuello y a plomo lanzaría allá al jaco. ¿Qué? ¿Nada? Qué misterio. Qué alegría repentina y mágica. Nadie daba un euro. ¿Se acostó el poniente? ¿Qué cable se cruzó en ‘Horroroso’ o cuál no? Dónde estaba el misterio agarrado o descompuesto, cansino y chochón de una corrida de hechuras discretas y una presentación casi que de saldo para que rompiera la regla ‘Horroroso’ cuando horrorosa venía la tarde. Ni que pintado el nombre se mascullaba porque «horrorosa está la tarde». Ni hecho a posta, tú.
‘Horroroso’, zancudo, estrecho de sienes, acaramelado la cuerna, ligeramente engatillado, enseñando y recogiendo una pizca las palas, un equilibrado y rematado trapío sin exageraciones, fino desde su altura de manos. Un toro que con dos tumbos tremendos partió la tarde y posiblemente también la metereología, porque ya dicen que mañana los termómetros bajan como diez grados.
Le correspondió a Sebastián Castella el toro. Sobre el idilio entre Jandilla y Castella alguien algún día tendrá que escribir una canción de amor. Del imborrable ‘Hebrea’, aquel de Madrid, a ‘Horroroso’. Dos haches. Sin hache se escribe el indulto que se quiso provocar y que el presidente de forma acertada no soltó.
Ahí caben varias consideraciones con una punto de partida: la lidia de ‘Horroroso’ se guió por la visión del torero enfocado a su particular triunfo, dejando a un lado la expresión de la bravura. Sí, en una primera vara hizo volar al picador con estrépito. Chocó en el peto y casi sin despegarse lanzó sus riñones y morrillo adelante y levantó y lanzó al jaco como si fuera un peluche y se enceló luego con él. Regresó y volvió a ganar la mano. Caballo y piquero al suelo otra vez, aunque no siguió con tanto celo ya y marchó pronto.
¿Estaba picado ‘Horroroso? No. Ni para un análisis había sangrado. Sebastián Castella pidió el cambio de tercio tras los dos tumbos y el presidente lo concedió. Entendemos que Castella, según venía la corrida, no quiso recargar el castigo más allá del poniente que podía haber revuelto la jandillada, y miró por la durabilidad de un animal para su triunfo personal en el último tercio. Por lo tanto, quedaban datos por recabar, y el presidente que al final no concedió el indulto tampoco los pidió. Viendo lo que había sangrado en dos entradas, no habría estado de más a pedir una tercera entrada.
Todo siguió y el tercio de banderillas también resultó notable. Raphael Viotti en la brega y José Chacón y Fernando Pérez con las banderillas lo bordaron. El público, feliz se frotaba las manos. Qué felicidad esos instantes en los que se lanza al aire la moneda de una gran faena y un gran toro. Cómo son esas miradas en el tendido, esos codazos, esos corazones abiertos de par en par dispuestos a emocionarse. Que va, que va. Que viene, que viene.
Sebastián Castella brindó con parsimonia al público y se puso para una vez más poner su firma a una faena en el mismo inicio: ese cambiado que resuelve con temple, pausa, cadencia. Ni miraba al toro cuando ya galopaba hacia los medios, lo sacó por la espalda, lo toreó, lo pasó por delante. Un derechazo a cámara lenta, esa madeja de embestidas, y un monumental pase de pecho. Estallaba y la música tocaba.
El toreo en redondo se dibujó con largura y ligazón sobre una muleta tersa. Hasta dónde se iba ‘Horroroso’. Tal vez incluso demasiado. O no: desde un primer momento Castella remataba y recogía el toreo en redondo y lo multiplicaba. Series de hasta seis, siete y ocho muletazos, hasta que lo ligaba en un palmo de terreno y no se le iba más allá.
Por el izquierdo no era igual. Ahí levantaba la cara antes. Sebastián Castella, de trastos lacios y suaves, quería imprimir al natural una velocidad de menos. Pero no había la misma capacidad en la embestida por ahí y punteaba cuando el gallo francés quería dormir el muletazo. Por el derecho, sí. Hasta siete muletazos en una serie ya a mitad de faena. Las manoletinas triunfales con el toro echando las manos por delante.
La faena estaba hecha cuando se fue a por la espada y empezó la petición de indulto no mayoritaria y los movimientos de callejón. Santiago López con los delegados gubernativos, Nacho Lloret iba a los mayorales y volvía a los delegados. Telefonazo va y viene. Castella dejó la espada y siguió por el pitón derecho, el verdaderamente brillante del animal. El presidente lanzó un aviso y decía que lo matase. Otro aviso más, la bulla, la estocada y la catarsis. ‘Horroroso’ moría en el ruedo en honor a su bravura y clase tras estocada y descabello. Pocas cosas más grandes. Vuelta al ruedo póstuma y dos orejas a Sebastián Castella, que una vez más se reivindicaba con la capacidad de los grandes para mantener sitio de privilegio en el toreo.
La tarde tuvo una cornada a Javier Gómez Pascual, tercero de la cuadrilla de Cayetano, en el segundo, cuando estaba su sitio para salir al quite en banderillas. Prendido de mala manera y contra las tablas, la cornada que se perdió al final en la espalda fue bastante menos de los que pudo ser. Menos mal.
Diego Urdiales, que ejerció toda la tarde como magnífico director de lidia, dejó estimables muletazos en su primero, cornidelantero y corto de cuello. Faena medida y sabrosa rematada de una gran estocada que fue ovacionada. Con el cuarto apostó más de lo que merecía el animal, de pésima presentación, sospechosamente escobillado y con la edad de toro cumplida este mismo mes de marzo. Castella técnicamente estuvo perfecto con el segundo. En inicio pegado a tablas dejó estupendos muletazos rebosantes de temple y mando. Tragó un mundo ahí el francés para torear a cámara lenta por momentos en un faena que alargó un punto de más y la espada se le puso a la contra. Cayetano cerraba cartel y estuvo mal. Mal. A merced del viento y de un lote en el que no pudo ni mantener el orden de su lidia. Sus faenas de muleta fueron un cúmulo de limitaciones impropias de un matador con 12 años de alternativa.
Los aires difíciles, título de un novelón de Almudena Grandes, nunca sabes por dónde te van salir. Suerte que ‘Horroroso’ y Castella se encontraron en una tarde así, con vendaval de poniente.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de València, 17 de marzo de 2019. Novena de la Feria de Fallas. Toros de Jandilla y Vegahermosa (1 y 6) justos de presentación, alguno sospecho, el quinto, ‘Horroroso’, premiado con la vuelta al ruedo; para Diego Urdiales (ovación y silencio tras aviso), Sebastián Castella (silencio tras dos avisos y dos orejas tras dos avisos) y Cayetano (silencio en ambos). Dos tercios de aforo (unas 7.500 personas).
Parte médico de Javier Gómez Pascual:
Cornada a nivel de la región paravertebral derecha a nivel de l4-l5, que secciona la piel en unos 6-7 cm y penetra contundiendo la vértebra y rompiendo la fascia lumbar y músculo multifidus en una trayectoria de 3 cm y otra lateral de 4 cm que disecan periostio vertebral y rompe fibras musculares. Respeta la médula espinal y no penetra en el retro peritoneo. Es intervenido bajo anestesia local y sedación. Pronóstico reservado.
Trasladado al Hospital Casa de la Salud.