PERERA ABRE LA PUERTA GRANDE DE CASTELLÓN; LA EXPRESIÓN DEL TOREO DE MORANTE MARCA DIFERENCIAS

Castellón por sus fiestas de la Magdalena es imán. Ambientazo. La capital de La Plana es punto de encuentro festivo de mucha gente desde el Maestrazgo que linda con Catalunya a L’Horta de València. Aunque también aficionados de Barcelona o de Alicante han asomado entre ayer y hoy al coso del paseo Ribalta. Qué gusto. Hoy el gusto, por cierto, lo ponía Morante de la Puebla. Que, ya que estamos, es una pena que los toreros de paisano queden de palmeros de políticos advenedizos, de esos que no le aguantan la mirada ni a Pablo Motos y sus hormigas. Pero peor incluso es que se bajen al estercolero de la política, los toreros digo, tal y conforme de simplista y mojigata está hoy la política. Otra cosa es de luces. Ahí se diferencia entre el pegapasismo orejero, tan populista o más que ciertos voceros de la política, y el toreo que brota, alegra y se expresa hondo y sentido.  Morante ahí marcó la diferencia, auténtico expresionistas del toreo -lo capta como lo siente-, con un collar de verónicas y varias series en redondo de suave trazo y alma en carne y hueso. Por su parte fue Miguel Ángel Perera fue quien abrió la puerta grande de Castellón. Amén.

La tarde de Morante de la Puebla se desparramó en el cuarto. Con el primero de la tarde fue un sí pero no. ‘Rimbombante’, de Domingo Hernández, traía avacadas hechuras. Casi que parecía un toro capón. Alto, largo, zancudo, sueltas carnes y una carita mini. Dos lances dieron para ser coreados por lo morantistas. En las dos entradas al peto le soplaron tres puyazos. Pese a todo, la casta, ese fondo tan de la casa, siempre con sus teclas y mucho movimiento, se hizo de notar. Morante, sí pero no. Ni con el cambio de terrenos. Primero en el tercio, luego fuera. Pegajoso cuando se encelaba por abajo, que era por donde quería coger las telas. No estuvo cómodo el de la Puebla y al final lo despenó de un bajonazo letal.

Fue en el cuarto, con ‘Fritero’. Un Garcigrande castaño, acapachado y bien recto el lomo. Por poner un defecto, que se levanta demasiado del suelo. Con las banderillas con colores socialistas que lleva la cuadrilla Morante Lili pasó sus fatigas. Apretaba y cortaba. Pero antes Morante ya había sacado a relucir su capote. De inicio tras unas largas incomprensibles pegado a tablas vinieron un par de lances dormidos y la media; y al quite, por verónicas de Morante. Eso ya era para celebrar, que alguien tenga la osadía de torear a la verónica en plena avalancha de quites por atrangantón. La forma de colocarse. De proponer, de citar en los medios, de mecer el capote, girar la cintura y cargar la suerte. De recoger la media. Qué felicidad.

Es como si Morante se hubiera desabrochado tres botones de la camisa. Sentado en el estribo, cuatro ayudados. Rodilla en tierra, otros por alto. Expresión y sentimiento. Torería. Vertical la primera serie en redondo. Sin exageraciones. Dos intentos hubo al natural sin cuajar. El misterio del toreo fue sobre la diestra. Vertical, también profundo, abriendo el compás y llevando la embestida al límite de la cadera. Siempre respetando las distancias que exige la casta. No ha sido una corrida que haya permitido montarse encima así como así.

Morante ya había sentido y expresado el toreo de rayas adentro. Con tremendo gusto, toreando por abajo, le andó hasta casi los medios. Allí sucedió la mejor serie, el mejor toreo, las mejores embestidas del tal ‘Fritero’. Temple y poso. Hondo y lento el toreo, rematado atrás. Recogido el toreo en la palma y la cadencia de la muñeca, pecho y cintura a compás. Ya con la espada hubo una serie más y los arabescos de Morante para cobrar una estocada de travesía considerable. El descabello mandó las orejas al garete. Pero la vuelta al ruedo fue premio, homenaje al toreo expresado por Morante. Nada más ni nada menos.

Esa es la diferencia. No es lo mismo torear y sentir el toreo, expresarlo y celebrarlo, que reducirlo al objetivo de cortar orejas. Ahí se abre un abismo, a un lado quedó Morante y en la otra orilla, pues Miguel Ángel Perera que sumó una y una para abrir la puerta grande.

‘Borrachín’ dicen que se llamaba el primero de Perera. De 497 kilos, vareado y anovillado. Un quite por talaveranas y tafalleras trompicado y zancadilleado. La respuesta -Roca Rey es el gran influencer ahora de los quites por atragantón y ayer obligó a levantarse y volver- a Perera también le sale mejor. El toro la toma excelente por abajo en banderillas con Ambel a la capa.

La faena de muleta tiene una excelente explosión con el toreo cambiado de rodillas en los medios. Dos cambiados, un redondo eterno y el de pecho. La explosión puso a la plaza en pie, pero la onda expansiva duraría dos series intensas y pereristas. Luego el toro empezó a marcar los adentros y Perera a buscar las cercanías, que es donde mejor se encuentra. Al animal parece pesarle ese encimismo. Al final el trasteo resulta breve. Perera no opta ni por el arrimón. O la casta no lo acaba de permitir. La estocada se va trasera. Un oreja.

Por fin en ‘Chiflado’, el sexto, con el hierro de Domingo Hernández, se vio expresión de toro. Castaño, fuerte por delante, algo chepudo incluso. Levantado, pero sin remate atrás. Perera le firma un limpio quite por chicuelinas con buenas inercias.

Perera comienza por alto y a planta firme. Le da igual que se venga cruzado y eso también fuerza al toro. Decide explotar las inercias y ofrece distancia. Galopa el toro. Lo mide en la primera ronda. En la segunda lo aprieta más. Antes de torear al natural, Perera cambia la muleta. Dos muletas por faena ha usado esta tarde. Dos interrupciones en pleno meollo.

Al natural casi que mejor esta vez. En la primer ronda vuela fenomenal la nueva franela. Pero en una de esas pierde las patas traseras el toro y se resentirá en lo que queda. Empieza a cantar los adentros y Perera se mete encima y aprieta el arrimón con el toro yéndose a tablas, rajado. La estocada perpendicular basta y otra oreja tras aviso le abre la puerta grande.

El Juli echó la tarde sin encontrarle sentido a las embestidas. Casi que renunció al toreo y trazó faenas de objetivo orejero utilizando los recursos más populistas para al final naufragar. Recibió a ‘Deseoso’, de Garcigrande, con lances del desprecio, esos que pasa el toro sin torearse, a pies juntos, pero sí le marca los terrenos y le gana los medios. El animal traía buena hechura. Recogido, hondo y musculado, no era el capón que había abierto la tarde. Se dolió en el peto, donde le arrean dos puyas en una entrada. La primera, criminal, en la paletilla. En el quite por chicuelinas el toro giró contrario en todas. No sobraba el celo.

La faena a El Juli le sale muy movida. Le cuesta al toro romper adelante. Hay que empujarle con temple y sobre todo darle su sitio. Porque lo pide. En las cercanías se rebrinca. Escarba. El Juli busca el efectismo de los pases de pecho encadenados para alegrar a la concurrencia, cuando su trasteo suma demasiados errores de bulto como para sacar a relucir las virtudes animal. El sitio, los terrenos, el temple, los enganchones, un desarme. No halla el orden. La estocada se marchaba al final trasera y caída. El público le ovacionaba porque en ese momento no tenía nada mejor que hacer.

El quinto atiende por ‘Extraño’ y lleva la marca de Domingo Hernández. Anovillado, muy fino de cuello, algo silleto y si remate atrás. En banderillas puso complicadas las cosas: espera y aprieta.

La faena no se encuentra. El ansia orejera de El Juli obliga a amontonar pases. El toro asoma su casta y exige su espacio. El recurso de la noria o las luquecinas tapan los agujeros que deja la ausencia de toreo hondo, profundo y con sentido. Lo que mejor resulta es el espadazo trasero, que ya es decir, según el tranquillo de Julián López. Un traserazo se podría llamar.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Castellón, 29 de marzo de 2019. Séptima de la Feria de la Magdalena. Toros de Domingo Hernández y Garcigrande (2, 3 y 4), escasos, el conjunto desigual de presentación y juego, aunque con cierto fondo de casta, para Morante de la Puebla (palmas y vuelta al ruedo tras aviso), El Juli (palmas y ovación tras aviso) y Miguel Ángel Perera (oreja tras aviso y oreja). Javier Ambel saludó tras banderillear al sexto. Casi lleno (12.000 personas)

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