EL TRIUNFO DE JAVIER CAMPS DESPIERTA LA PASIÓN DE L’HORTA NORD CON UNA EXCELENTE NOVILLADA DEL PARRALEJO

FOTOS: CARLOS GÓMEZ ‘LITUGO’

Triunfó Javier Camps y con él ha despertado la pasión taurina de toda una comarca, l’Horta Nord. La ecuación es Massamagrell más Foios -por la vía materna- y un torero con motivos para apasionarse. Que cae bien, lo parece y además arrastra. Rugió la plaza como si de un auténtico suceso se tratara. Bendito rugido el que provocó Javier Camps. Y otro motivo más para aplaudir la invención de este Certamen de Escuelas Taurinas que impulsan la Diputación de València y la empresa Simon Casas Production por crear afición o mejor, hacerla renacer. Por cierto, qué novillada de El Parralejo. Bonita hasta decir basta y cinco de seis novillos de clase excelsa y hasta doos –cuarto y quinto– de vuelta al ruedo.

 

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Que de Massamgrell y l’Horta Nord había llegado una auténtica legión se notó ya en un metro lleno a rebosar una tarde de domingo de julio en València y sobre todo cuando Javier Camps recibió al cuarto. Verónicas airosas, siempre hacia adelante y la fuerza de la tierra empujando con la voz y la pasión. El novillo de El Parralejo era un dechado de clase y casta. Cantó su profundidad en el quite por gaoneras de Guillermo Corbacho, que se quedó quieto como un palo. Javier Camps, que es de Massmagrell pero además tiene raíces en Foios, dio motivos con su toreo para poner a hervir los tendidos. Sobre la diestra alcanzó altas cotas estéticas, codilleando incluso, muy reunido y embraguetado, de riñones encajados y cintura acompasada. Y todo ligado, con ritmo, sentido de la estética y del espectáculo. Mató de pinchazo y buena estocada y así se despertó de nuevo la pasión taurina de l’Horta Nord, guardiana de las esencias de la afición de València. Dos orejas, los gritos de «torero, torero» y la vuelta al ruedo al eral de Pepe Moya, propietario de El Parralejo. De Massamagrell, de Foios, de toda l’Horta, incluso las abuelas de antiguos compañeros del colegio no se quisieron perder el suceso. La vuelta al ruedo, como aquellas en las que el sorismo extasiaba. ¡Viva!

La tarde la abrió Manuel Perera, de Badajoz. De capote fácil. El primero de El Parralejo tenía bonita hechura pero dos inoportunos tirones al inicio de faena con el torero de rodillas mermaron al novillo. Quedó pegajoso y Perera tuvo que sudar para sacárselo de encima una y otra vez por la mano derecha. Por el izquierdo mejoró todo. Hasta rompió a tocar la banda cuando al natural se fue más larga la embestida. Con el temple y la suavidad el novillo se afianzó y la faena pareció no tener fin. Manuel Perera demostró buen sitio y hasta se pegó un arrimón, pero con la espada, a toro parado, le costó meter la espada. Silencio.

Un eral con entidad fue el segundo, apto casi que para sacarle a los del castoreño. De nobleza infinita, Jorge Rivera, de la Escuela de Castelló, becerrista ya maduro estuvo sobrado e incluso se sintió en algún natural. Mató de estocada baja y trasera y cortó una oreja.

Todavía estaban sonando clarines y timbales y Julio Alguiar ya iba camino de la puerta de chiqueros para recibir al tercero, un burranco un tanto más terciado. Meritoria la larga, aguantando muy bien cuando le venía al paso. El novillo se lo pensaba y mostró poco celo en el tercio de quites del que Javier Camps salió arrollado. Julio Alguiar, peruano de Pucquio y formado taurinamente en la escuela de Málaga, hizo todo con sentido. Ofreció distancia, estuvo variado y con la mente despierta, pero el novillo no pasó de una embestida desigual y deslucida y la cosa no pasó de una ovación al final. Fue el único borrón ganadero.

El galope del quinto, la forma de arrancar, la alegría al echar el hocico por delante. Una embestida infinita y repetidora. Otro excelente novillo de El Parralejo. Del espigado Guillermo Corbacho, de Algeciras, el concepto, la firmeza, esa forma de encajarse y hacer crujir la cintura. Le sobró una velocidad a las primeras tandas, con el novillo yéndose cuatro metros más allá. Cuando se reunió y se lo dejó atrás, llegó todo más. Pero la embestida siempre tuvo trancos de sobra y eso jugó un poco que la contra. O tal vez es porque la plaza se había extasiadon justo antes con lo de Javier Camps. Una oreja y otro novillo premiado con la vuelta al ruedo.

El castaño que cerró la tarde fue otro dije. Por hechuras y por clase en la embestida. De cara colocada y muy por abajo. Definitivamente, qué eralada más buena con el hierro de El Parralejo. Germán Vidal ‘El Melli’ de la Escuela La Gallosina del Puerto de Santa María demostró gusto y concepto, bordó los pases de pecho y exprimió hasta la última embestidas, pero con la espada no encontró el remate.

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