La temporada se precipita. Las taurinos en invierno reptan por las esquinas. No dan más de sí. Incluso les da por meterse en política. A muchos Vox les emociona tanto o más que el salto de la rana. Son todo ternura. Cuando llegan estas fechas están al borde del colapso, pero luego vuelven a resucitar. Los taurinos, claro. A la temporada le da lo justo para que la despensa aguante un año con su invierno. Los problemas siguen y seguirán. Si eres novillero ya ni te cuento: con suerte en septiembre tu nombre puede que suene.
Ahora mismo hay más carteles cerrados en Francia que en España. Entre ellos y entre tanta diversidad, la reaparición de Alejandro Talavante en Arles. Hoy se presenta la Feria de la Magdalena del 75 aniversario de las fiestas de la ciudad. Se acumulan las figuras y falta novillada. Este año se solapa con Fallas. Dicen que eso es bueno para ambas plazas. El interés, la competencia, la posibilidad de ir sí o sí a los toros o al menos no perderse una de las dos opciones todavía funciona. A las Fallas todavía les queda un pelín. Así pasen los años, Matilla, que es como el taurino del milenio, siempre acaba teniendo mejor mano. Simón Casas redondeará las corridas falleras en los próximos días. El sudoku está casi completo y aquí sí hay dos novilladas, tres si contamos la de mayo. Nada más faltaría: contando el regreso de Borja Collado, la Escuela Taurina de València ahora tiene cuatro novilleros con picadores.
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Los taurinos son unos románticos. Y el invierno los pone mustios. Se dejan. Se abandonan más todavía. Son un caja de tópicos y exabruptos. Se quieren tanto como se odian. Son unos torpes. Y unos cursis. Se besuquean tanto como se apuñalan por la espalda. Los taurinos, hay que ver cómo son estos taurinos. Florecen las florecillas por primavera y se les pasan todos lo males a la que asoma el primer pitón. Hasta se les puede olvidar el gobierno portador de las siete plagas. Qué malo es el gobierno filocomunista para los taurinos y cómo carga tintas su prensa. Esa prensa taurina decrépita y sin relevo a mejor a la que nadie echa cuentas más allá de algún exaltado tuitero. Qué invierno más malo han echado otra vez los taurinos. La única esperanza se ha llamado Talavante. Los taurinos están de geriátrico. La prueba es el 30 aniversario de Enrique Ponce con doblete en Fallas frente al abismo de las novilladas. Porque a ver quién es el mozo que de aquí al 15 de agosto se viste de luces sin poner un duro sin antes estrellarse en Madrid. Por acotar, son tres décadas estupendas sin reacción alguna de los taurinos. Hasta Molés se ha ido. O lo han echado cuando ronda los 80. Los taurinos siguen andando hacia atrás y cada vez son más previsibles. Como el espectáculo que muchas veces se ofrecen. Pero, qué viene el lobo, dicen, qué viene el gobierno, dicen una vez más mirando hacia otro lado. Panda de tiesos y tacaños. En el fondo son unos románticos y un invierno más se les ha transparentado toda su tristeza.
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La alegría volverá a la que se abra el chiquero esta temporada que se celebra el Centenario de la muerte José Gómez Ortega. El Rey de los Toreros. El que tomó conciencia de que el toreo era del pueblo, impulsó las plazas monumentales y ligó en redondo, como redondo es este 2020. Se suma Gallito al lateral de esta página. Para mirar, leer y conmemorar. La ideología gallista sigue siendo necesaria social y taurinamente hablando. Reivindicable. Torero referente y enciclopédico. Seguramente llevó al límite el concepto de ser torero. Que Morante pudiera apuntarse a la de Miura en Sevilla sería una muestra de respeto a lo que suponía Joselito ‘El Gallo’, o de otra manera: la grandeza que se perdió o lo que ha cambiado esto en 100 años. O en 30. Que este Centenario sirva para recobrar la conciencia de ser y necesidad de estar así pase otro siglo. No vale taparse.