PACO UREÑA TRANSMUTA EN DÁMASO

Foto Carlor Litugo

Paco Ureña se acordó seguro de Dámaso González cuando encontró la línea por la que tejer faena al sexto. La corrida de García Jiménez o, lo que es lo mismo, Matilla, encontraba incógnitas para resolver toro a toro. El sexto, en concreto, con el hierro de Peña de Francia obligó a Paco Ureña a transmutar en su querido Dámaso González.

Un cruce de miradas entre Paco Ureña y su banderillero Pablo Saugar ‘Pirri’ como queriendo decir, le damos una vara más o lo dejamos en una. Parecían encogerse de hombros. Los antecedentes no ayudaban. Ponce le pegó tres al mansurrón cuarto que no le bajaron los humos y El Fandi con una se quedó corto en el quinto.

La corrida tuvo chorreones de casta y mandesudumbre como para descomponer, embestidas de todas las marcas y pocas de las agradables. Desigual de presentación, pero siempre aparente por delante, un punto grandona y altos de manos, Muy suelta en los primeros tercios, todo genio de manso en el caballo.

Paco Ureña se habrá acordado de un tal Dámaso González hoy en Castellón. Tarde tremenda la de Ureña. Primero por su palo, la del toreo roto y por abajo. Y la otra ganándole la mano por Dámaso a un toro de casta y genio. Tremendo. Y todo eso sin espada… Porque lo que podría haber sido tarde de dos o tres orejas de tremendo valor, quedó en meras ovaciones,

Su primero fue el manso clásico. Colorado, algo liviano su remate por atrás. Corretón sin objetivo, rebotado de capote a capote, sin pararse nunca. Paco Ureña le cogió pronto el aire por verónicas a pies juntos y se atisbó la clase que atesoraba con su chorreón de mansedumbre. Se paró por fin en el último tercio. Se iba y permitía dejársela muertecita, torear despacio y aprovechar mejor los viajes hacia adentro. Paco Ureña tenía el triunfo cuando se estrelló con el acero.

Borrón y a otra cosa. El sexto exigió. De salida parecía estar reparado de la vista. Luego la duda de si picarlo o dejarlo crudo, y al final la exigencia de tener que llegarle muy encima y templar esa mansurrona embestida, encastada y geniuda. La faena no transmitía pese a que ya había logrado naturales largos y mandones. Entonces llegó aquello. Que se acordó de Dámaso. Dio un paso más cerca de los pitones todavía. Hizo el péndulo y gobernó embestida a embestida con su explosión incluida, y el público al fin se entregó y los naturales a pies juntos al final hicieron crujir el toreo. Una lección más y de nuevo la espada que lo enviaba todo al garete.

Enrique Ponce volvía a Castellón, plaza donde debutó con picadores, ahora una pandemia después. La cosa no deja de tener su mérito. Volvió a recurrir al fondo de armario de la técnica. Enceló y desengañó al primero de García Jiménez. Un toro grandón. Por abajo y en rendondo abrió la faena con la piernas flexionadas y sujetó una embestida huidiza. Mejor al natural, en redondo fue tiovivo. Tras una estocada trasera y desprendida más descabello, logró un trofeo.

Hasta tres varas se llevó el bruto y manso cuarto. El Soro –como ayer a Morante– volvió a florear el cambio de tercio. Pudo haber sido el manso que rompe a embestir pero fue tan descompuesto como incansable. Ponce administró la faena larga. Por momentos más gesticulante, otras mandón, otras tragando cuando le soltaba la cara. La espada impidió éxitos y la gran ovación fue para el pasadoble La Concha Flamenca.

El lote de El Fandi fue duro, pero el de Granada nunca dejó de apostar ni de buscar guiones alternativos. Las rodillas al suelo de recibo, para iniciar ambas faenas, la eficacia de siempre con las banderillas, un capote excelso.

La casta, la bondad, la clase, la mansedumbre, la incertidumbre todo eso derrochó el segundo de la tarde, ‘Empedernido’. Varias coladas en el recibo capotero. La primera en la misma larga cambiada desde el tercio, incluso. Con el capote la facilidad sobrada de El Fandi volvió a quedar patente. Pero hasta pasó algún apuro. Fue un toro con pies y clase cuando tomaba las telas, y pronto el alma de manso le afloró. El inicio de rodillas en los medios no salió. El toro exigía ser embarcado. Y a tanta velocidad tuvo que rectificar y fue desarmado. Por el izquierdo planeó. Todo se hizo con mucho vigor y voluntad. La oreja, demasiado generosa.

El quinto de la tarde galopó por momentos. Tanto que El Fandi no se la jugó a ver quien podía más en banderillas. ‘Vecino’ se llamaba y prefería las distancias. El Fandi volvió a llenar con los palos y en los quites, ahora por navarras, pero con la muleta vio como si se quedaba muy encima hacia hilo, dudaba y hacía dudar.

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