Montealto es ganadería de lujo para novilladas como esta que cerraba la miniferia de julio. Agustín Montes, propietario de la vacada, envió un lote a València que bien podría haberse lidiado en cualquier plaza de primera la próxima temporada ya como toros. Por presentación y contenido, tanto lujo a veces se convierte en examen. Del conjunto, hubo tres, el sobrero ‘Verbenero’, el cuarto ‘Presumido’ y el sexto ‘Cerillero’ con aires, hechuras, exigencias y embestidas de toro; el resto con gran interés y exigencia.

Al romper el paseíllo hubo una ovación de reconocimiento a la triunfo de Isaac Fonseca por mayo en esta plaza. Se sumó también Jordi Pérez, ‘El Niño de las Monjas’, que abrió la puerta grande en Fallas. A lo mejor no todo está perdido y todavía hay afición y algo de memoria. Algo más que entre los que dirigen la plaza de toros de València, que en toda la miniferia no han tenido el detalle de acordarse de quien fuera empresario de esta plaza, Roberto Espinosa, recientemente fallecido.

Isaac Fonseca venía con intenciones de repetir hazañas y apretó desde el minuto uno. Tras las largas y verónicas de recibo, enseguida las chicuelinas que se pusieron de moda en los recibos de toda la tarde. Fea moda.

Las calidades del primer Montealto duraron poco, y el mexicano Fonseca tuvo que poner mucho de su parte. Novillo un tanto aleonado, pero bien hecho. El temple estaba en el punto cuando se hizo presente y el manojo de chicuelinas tuvo cadencia y ritmo. Luego tuvo que llegarle mucho al toro con la muleta para sostener la faena. La estocada fue tremenda. Salió rebotado, encunado, hasta las alturas. Ahí se enfrió todo hasta el descabello y la petición de trofeo no fue atendida.

El cuarto era un toro. Dos puntas por delante lucía el castaño, ligeras palmas a su salida. Con el hocico empujaba los vuelos del capote. Fonseca brindó a Eduardo Hinojosa, padre del niño Adrián, por cuya memoria lucha y busca que un festival contra el cáncer el infantil se establezca en València -cuenta con nuestro apoyo.

El inicio fue soberbio. Al natural y de rodillas, en los medios. Con la sutilidad de los vuelos. Hubo nivel al natural en las siguiente series ya de pie. Era como para no pensar en la derecha en toda la faena. Además, se había visto como rebañaba por ahí en la capa.

Pero Fonseca luego quiso amarrar la faena por la diestra, y afloró la casta del toro que no se despega y se queda ahí pidiendo el siguiente. Se perdió limpieza, se ganó en emoción. Cuando volvió al izquierdo las inercias ya no eran las mismas. Quedaban las luquecinas y sus personales bernardinas sin ayuda. Fue una oreja tras pinchazo y estocada para Fonseca.

Jordi Pérez ‘El Niño de las Monjas’ jugaba en casa y no faltaron ni las monjitas el tendido. Por defender con todo su corral, hasta se fue a porta gayola a su primero. Declaración de intenciones. Luego, a ese novillo, por las malditas chicuelinas de salida, convirtió una chicuelina de esos en un latigazo de tal violencia que el novillo se lesionó de la mano derecha.

Entonces salió el sobrero, el novillo de la tarde. ‘Verbenero’, dos puntas hacia arriba, un toro-toro para el próximo año.

Jordi Pérez tiene personalidad y ganas de ser gente en el toro. Apostó con el toro y por momentos cuajó el toreo según su mejor versión. Tiene aires setenteros en su colocación y forma de dejar la muleta, a la altura de la cadera, correr la mano y hacer el toreo por abajo, con una muleta con mucho fleco.

Si la faena hubiese sido un combate de boxeo, la primera mitad se la habría apuntado, de largo, El Niño de las Monjas. Las tandas le fluyeron reunidas y con emocion, mandonas, sin pestañear y arreando el torero, llegando al tendido.

Pero la segunda mitad de la faena fue para el novillo ‘Verbebero’, muy encastado. Alcanzó las telas, exigió, repitió más, desarmó y ganó los terrenos. Con la espada, con un primer bajonazo feísimo, Jordi pasó un mal rato. Ovación.

Con el quinto, más pastueño, el de Las Monjas volvió a enseñar su personal estilo con la mano izquierda y cerró faena toreando en redondo con largura de rodillas. Luego la espada volvió a emborronar todo y el premio fue solo la vuelta al ruedo.

Álvaro Alarcón, que en Fallas ya dio un toque de atención y en San Isidro arrasó abriendo la puerta grande, en esta tarde de la Feria de Julio ha estado intermitente y sin acabar de coger el pulso de su lote. Muy desigual su primero, con buenas embestidas y otras no tanto (en los primeros tercios pegó algún regate) , también exigía hacerle las cosas bien. La faena, muy larga, pecó de espesa. Algún muletazo suelto, pero sin redondear ninguna tanda.

Lo mejor fueron las cuatro verónicas y la larga de recibo al sexto. Al fin alguien no recurrió a las chicuelinas. Un par de verónicas por la mano diestra fueron estupendas, muy despacio. Algunos, sorprendidos, se llevaron las manos a la cabeza por cómo toreó de capote Alarcón.

Pedazo toro este sexto. 532 kilos. Acapachado, hondo y largo. Ovación de salida. Alarcón brindó al propio ganadero, Agustín Montes. La faena tuvo más intención que acierto. Tras un desarme por la mano derecha, pareció que al natural tomaba vuelo aquello. Pero la faena y el novillo se fueron a menos. Y así se acabó la Feria con la ilusión triste y el examen para septiembre.

FICHA DEL FESTEJO
Plaza de Toros de Valencia, 17 de julio de 2022. Cuarta y última de la Feria de Julio. Novillos de Montealto bien presentado y de buen juego. El segundo como sobrero, encastado. Isaac Fonseca, vuelta al ruedo tras aviso y petición y oreja tras aviso. Jordi Pérez ‘El Niño de las Monjas’, ovación tras aviso y vuelta al ruedo. Álvaro Alarcón, palmas tras aviso y silencio tras dos avisos. Se desmonteró la cuadrilla de Alarcón en el cuarto, con Gómez Escorial y Julio López; y la de Fonseca en el cuarto, Iván García y Jesús Robledo ‘Tito’. Un cuarto de entrada.