FOTO CARLOS LITUGO

Fue una pesadilla la segunda clase práctica de la Feria de Julio. O una broma pesada. Hay un ropero entero de calzonas para remendar: ¿a quién le pasamos la factura? Se estrellaron todos y cobraron de lo lindo. Los erales de Ruiz Palomares, rajados y descastados, tiraron a dar. Apta para fans de Cazarratas. Volteretas para todos. No cabía la mínima oportunidad de lucimiento. Muy orientados, colada va, colada viene. Nabil ‘El Moro’, de ET Mar de Nubes de Zaragoza, Javier Camps (ET Valencia), Jorge Mallén, de Huesca, Gonçalo Alves (ET Vila Franca de Xira) o Manuel Martínez, de Málaga, se las vieron y se las desearon para dar cuenta de la novillada. Imposible su lidia y muerte. Fue una auténtica pesadilla y una pésima elección como ganado para una oportunidad en València.

Fue una noche meritoria y dura. De las que curten. Entre las cuadrillas, más chavales. Destacaron Nek Romero, Bruno Gimeno con los palos y, sobre todo, la brega Alberto Donaire. Y también un Victor Manuel Blázquez, que se empleó a fondo toda la noche como director de lidia.

Pero al final hubo final feliz. Alejandro González, de Albacete, hijo del torero de plata Gonzalo González, en el último turno, se encontró con un novillo con ligeras opciones. Si en los medios no le perdonó y le propinó una seria voltereta, en el tercio y con mucha técnica, llevando la embestida muy tapada, se le medio entregó y le redondeó faena que firmó de estocada. Se le concedieron dos orejas.

En la noche que Rosalía congregaba a 18.000 personas en València, sólo un aprendiz de torero podía salir a hombros, pasadas la una de la madrugada, por la puerta grande de la Plaza de toros de València tras una novillada que fue una auténtica pesadilla.