Hay tardes de toros que tienen algo especial, un deseo flotando en el ambiente para que el guión salte por los aires en sacudida triunfal. Porque cuando un chaval da el paso para convertirse en matador, ¿a quién no le apetece en fecha tan señalada que todo vaya lo mejor posible? Pues ésta era una de esas tardes especiales: A Diego Carretero le concedían la alternativa dos privilegiados del toreo, Morante y Manzanares, padrino y testigo, respectivamente. En el guión, el doctorado de Diego Carretero, vestido de blanco y oro: responde con creces «el joven matador de toros», como dice uno de los versos de ‘Tercio de los Sueños’ de Andrés Calamaro, presente en el callejón alicantino. Y los sueños acabaron sobrepasados por la contundencia de Carretero en sus dos toros, primero y sexto. Del segundo al cuarto, la tarde se echó una siesta de aburrimiento, y se desperezó en el quinto con un faenón de Manzanares. Así pues, al final, Alicante vibró con Carretero y Manzanares como solo pasa en las tardes especiales.
Diego Carretero afrontó la cita con insolente juventud. Los nervios y las dudas quedaron en el hotel. La verdad es que el toro de Juan Pedro Domecq ‘Rezongana’, número 90, nacido en enero de 2014 y con 490 kilos fue un bombón digno del momento histórico con el que se iba a encontrar en el importante trance de su lidia y muerte: la alternativa del manchego-alicantino Diego Carretero. Las coordenadas taurinas han trazado varios lazos de unión entre Alicante y Albacete. Sobre todo desde que Dámaso González se doctorase en esta misma plaza hace, exactamente, 49 años menos un día. La cita por eso tenía ese algo especial. De nuevo la alternativa de un torero de Albacete en Alicante.
El tal ‘Rezongana’ no defraudó. El momento lo requería. Salió cogido con alfileres y temple de seda. Diego Carretero acarició a la verónica. Ironía on: Ni que fuera la primera de Juan Pedro que mataba. Tuvo hasta el desparpajo de vaciar el ruedo tras el simulacro de varas, hacerse presente y captar toda la atención para realizar un quite por chicuelinas tan apretado como desigual, pero sobre todo emocionante.
Eso es lo que transmitió Carretero, emoción. Tras el bindis a su apoderado Luis Rubias, al inicio torero y por abajo le siguió una primera serie bien escrita y repleta. El afán de Carretero y el punto violentón en el toro dotaban de expresión a la faena y de mérito a su ligazón. El sabor de lo clásico y la juventud maridaban perfectamente gracias a la imperfección que salpicaba la faena. Todo eso la convertía en auténtica: porque al toreo mandón y ligado en una baldosa seguía un remate por abajo, y la torería se expresaba hambrienta y hasta el arrimón al final era necesario. La estocada tras pinchazo dejó una oreja merecida.
A partir de ese momento la tarde empezó a decepcionar hasta que en el quinto capítulo el toreo en redondo de Manzanares ejerció de despertador. El juampedro ‘Disparado’ no se despeñaba por el sumidero de la baja raza y las nula clase o falta de fuerzas. Al contrario. José María Manzanares apostó y ofreció distancia. El cite con la diestra. ‘Disparado’ a galope levantó un ‘oh’. El toreo surgió entonces a cámara lenta y ligado en un serie cuantiosa, muy por abajo, y en ese precioso momento el guión empezó a saltar por los aires. La tarde despertó.
Manzanares en los medios se puso a ligar el toreo con su personalísimo estilo y su Alicante le acompañó con total entrega. Alegría mantenida en el toro, que además lucía un trapío aparente. Josemari se lo trajo siempre muy enganchado. Por esos los toques eran repetidos antes del embroque para después llevarlo muy metido en la tela. ‘Disparado’ embiste peculiar, como por los dos pitones, queriendo empujar, disparando a diestra y siniestra, con emoción y siempre con profundidad. La respuesta del torero alicantino es el temple de los privilegiados, la cintura engrasada y el trazo largo con las muñecas. Al natural la faena, es verdad, no es tan frondosa, pero en una segunda tanda sí consigue ralentizar y poseer la embestida y liga tres con el de pecho sin enmienda, como Rafael Ortega, como Chenel. Alicante, puesta en pie, no cabía en sí. La estocada desató la euforia que venía buscando la tarde. Dos orejas, una vuelta al ruedo parsimoniosa y los gritos de torero al final de la misma. Manzanares, amo y señor de Alicante.
Diego Carretero respondió en el sexto con tres largas cambiadas de rodillas para romper la locura manzanarista. La primera la dibujó a cámara lenta. ‘Marabunta’ lucía trapío como los Juan Pedro de toda la vida. Fino de cabos, algo levantado, estrecho de sien y de sueltas carnes. El trapío justo, sin exageraciones. Apenas un par de minutos después de los gritos de ‘torero, torero’ a Manzanares, Carretero con el capote y toreando por verónicas hasta los medios ya tenía la plaza entregada a su causa y rugiendo con ‘Marabunta’. La faena fue querer y poder. Diego Carretero fue creciendo, apostando. Cada vez más ajuste. Al natural, su mano mejor, le dio sentido a la faena. Fue la rabia y el pulso… El tuya o mía. El querer ser teniendo al lado a los más artistas del planeta. Y pese a todo, dominar la escena como pocos. El espadazo resultó soberbio. Las dos orejas coronaban una tarde especial en la que Alicante vibró de verdad.
Morante de la Puebla no pasó de los detalles. Algunos ayudados y el molinete a su primero, que por cierto lucía una cabecita vergonzosa. A este también le dejó varios muletazos preñados de naturalidad torera a pies (casi) juntos, pero nada más. Abrevió. El cuarto se lo dejó crudo y ni por esas. Solo las chicuelinas de saludo o el querer llevar al toro a una mano al picador. De embestida desordenada, desclasada y sin ahormar, Morante lo intento un poco más, pero en balde. Mientras que Manzanares en el turno tercero se dejó sin picar a un castaño de mirada anovillada que no se tuvo en pie.
La puerta grande del maestro y el recién llegado con la plaza de toros de Alicante totalmente entregada a la causa tenían el sabor de otra época.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Alicante, 23 de junio de 2018. Cuarta de la Fira de Fogueres. Toros de Juan Pedro Domecq –desiguales, sospechoso de pitones el segundo, anovillado y blando el tercero, resultaron buenos y enrazados quinto, primero y sexto– para Morante de la Puebla (palmas y silencio), José María Manzanares (silencio y dos orejas) y Diego Carretero, que tomaba la alternativa (oreja y dos orejas). Algo más de tres cuartos (unas 9.000 personas).