El milagro de Algemesí se repite un año más. La fuerza e identidad de un pueblo en su máxima expresión son el alma de esta ancestral Setmana de Bous, que guarda en su singular plaza de toros los misterios más auténticos de la relación entre el hombre y el toro: la tauromaquia.
Y la tauromaquia es vida y alegría. También amargura y crudeza. Todo se dibujó en esta tarde. El toro, al final, es el gran reto. En tardes así, cuando se anuncia con letras grandes el legendario hierro de Saltillo, más todavía. Ya lo dijo en las vísperas el ganadero José Joaquín Moreno de Silva en el programa Cultura de Bou: «estos toros exigen un esfuerzo extra». Y vaya que sí. Saltillo debutaba e inauguraba el ciclo. Para los novilleros fue un esfuerzo extra y baldío. El brindis de Cristóbal Reyes a Maxime Solera en el último fue un poema, casi una escena berlanguiana: «macho, lo que tenemos que tragar algunos por un sueño así. Te admiro». Hacía un rato le habían echado un toro al corral a Solera.
El primer novillo de la Setmana de Bous se llamaba ‘Capotero’. Dos puntas por delante. Novillo fino y guapo, de afilado hocico y mirada despierta. De las que impresiona. De las que asusta. Mucha suavidad y buen trato en el capa de Maxime Solera, el novillero francés que reaparecía hoy y que antes del paseíllo pasó a infiltrarse la mano izquierda.
El primer Saltillo estuvo tras la mata desde que salió por chiqueros. Sin humillar, levantando la mirada por encima de la esclavina. Pronto se descubrió. El puyazo fue medido, por no mermarle el poder. Al último tercio llegó con medios muletazos, con el peligro del toro que todo se lo guarda. Solera se lo robó sobre los pies, sin apenas pasar. Una prenda que llegó con la boca cerrada al descabello, sin descolgar tras una estocada contraria cobrada con la mano zurda. Muy hábil Solera con la cruceta, lo consiguió atronar aún con la cara por la nubes.
Más cuajo sacó ‘Soriano’, el cárdeno claro o burranco, que hacía cuarto. Poco celo. Lo pusieron para la segunda vara y embistió al monosabio que estaba por detrás del penco. El inicio por abajo del francés Solera fue al fin y al cabo casi lo más torero de la tarde. Temple y mando en los muletazos por abajo flexionando la rodilla. Ahí mismo echó la persiana el novillo. De la primera serie por el derecho solo tragó el primero. Los demás apuntaron al muslo. Por el izquierdo lo desengañó algo más pese a la incierta y desclasada embestida, siempre por arriba. Siempre a peor. Y como Solera es zurdo y su mano de matar arrastra una lesión, acabar con ‘Soriano’ fue imposible y sonaron los tres avisos. El esfuerzo extra era esfuerzo baldío.
‘Astador’, el segundo de la tarde, fue recibido por el jerezano Cristóbal Reyes con un farol de rodillas. El novillo humilló de salida y tomó dos varas, la segunda dejándolo lucir desde largo. Vareado, cárdeno claro y más claras todavía las mazorcas de sus defensas. Arrea tras bulliciosas banderillas. Siempre está encima el novillo, repite presto. Tan difícil como encastado. Reyes hizo lo que pudo, siempre a la deriva, sin imponerse. El novillo radiografiaba. Así, llegado el momento a ‘Astador’ solo le faltó mandarle un WhatsApp para avisar al novillero: «Oye, vete a por la espada o las cosas se complican más todavía». El sentido de la casta. El primer intento con la espada se le fue a los bajos y le hizo guardia y al segundo mejoró la colocación.
A dos meses de los cuatro años estaba ‘Salador’. Como casi todo el encierro. Novillo casi toro pero ya con las ideas de toro. Midiendo. Arrollando. Se hizo el amo del capote del novillero Cristóbal Reyes y Raúl Martí se ganó el sueldo bregando y soportando las oleadas del novillo, que siempre tenía un ojo puesto en la querencia de chiqueros. En el tercio de banderillas Algemesí era una caja de cerillas.
Parado y desde la querencia inició Reyes una auténtica batalla. Paciente, le tuvo que llegar mucho para que ‘Salador’ le regalase una tromba emocionante de embestidas. Humillaba intensamente, se abría, repetía de puro manso. Arrollaba. El de pecho era más obligado que nunca. En el segundo torbellino de embestidas Cristóbal Reyes salió lanzado contra las tablas. De milagro se libró. El público se rendía a la temeraria actitud del jerezano, que le robaba un par de series más con emoción. Al final un pinchazo hondo a la segunda remataba una meritoria labor y una tarde de esfuerzo baldío.
Clásico y puro se mostró Sebastián Fernández en el capítulo de rejones. Todo un descubrimiento en el cuadrilátero de Algemesí, donde no es fácil torear a caballo. Muy templado y valiente estuvo con el jabonero de Cebada Gago. La cuadra del de Atarfe, Granada, se lució y mostró estupendo repertorio. Desde que lo paró con gusto con un rejonazo, hasta las banderillas, siempre muy en corto, ofreciendo el pecho y clavando despacio, con gusto. Destacó con una banderilla al quiebro. Con el rejón de muerte perdió los trofeos.
FICHA DEL FESTEJO
Algemesí, 21 de septiembre de 2019. Primera de la Setmana de Bou. Novillos de Saltillo (bien prestados y complicados en general, siendo el segundo el más encastado) para Maxime Solera (silencio y tres avisos) y Cristóbal Reyes (palmas en ambos) uno de Cebada Gago para el rejoneador Sebastián Fernández (vuelta por su cuenta). Lleno.