La temporada echa a rodar. Valdemorillo tras San Blas prende la ilusión. Para empezar un cartel con personalidad propia. Lo Núñez de Alcurrucén frente a una terna de jóvenes con tanto que reivindicar en otro inicio, el de Espacio Nautalia 360 al frente de la plaza de toros La Candelaria –con tres cuartos de aforo y tremendas colas a la hora de la corrida: ¿los taurinos no compran entradas por internet o qué?–, a las puertas de Madrid. José Garrido, medido como el que más, sostuvo la presión principal del público de Madrid y al final fue el único en puntuar entre una corrida de Alcurrucén tan desigual como manejable.
Una ovación saludó Juan Ortega con el primero de la tarde. Los detalles y más las intenciones se corearon por un público muy de Madrid que lo espera. El castaño ‘Sucesor’ salió como dormido. Ningún brío. La embestida cansina se desparramaba en la buena voluntad a la verónica del sevillano Ortega. Bueno el inicio por abajo. Convencimiento y encaje en los medios. La faena logró fluir por un instante. Por la cara, por cierto, le molestó siempre aquello que se le quedaba por delante, y lo acusó a la hora de entrar a matar por dos ocasiones y dos descabellos.
El castaño ‘Bullanguero’ gustó de salida. Largo, muy bajo de manos, silleto, acapachado y bien puesto, se durmió en un par de verónicas por la mano izquierda de Juan Ortega. Bravo fondo, fijeza en el peto. Ni toro ni torero estuvieron cómodos. Un Juan Ortega a la defensiva buscó la corta distancia. Los enganchones por la diestra se sucedieron. La zurda tardó en tomarla demasiado. Aquella cara más colocada del inicio volvió a aparecer, pero ‘Bullanguero’ siguió reponiendo, pidiendo el sitio del toro encastado. Las teclas no se apretaron y al final hubo protestas. Con la espada no lo vio.
José Garrido asomó cadecioso y engrasado de capote ante el segundo. La actitud de ‘Afectuoso’ fue la de meter la cara e irse tras lo vuelos. Prolongó la verónica, se gustó en la media. Hasta el puyazo fue aplaudido y no faltó el quite por chicuelinas de mano baja y media a pies juntos de mano alta. También sumó la brega de Antonio Chacón. Por el pitón izquierdo más profundo y mejor, por ahí apostó primero en una tanda que ya se firmó sentida. Al buen trazo, muñecas engrasadas, respondió incansable el toro de Alcurrucén. A la relación le sobró una velocidad de más para que saltaran chispas o se palpase el misterio, y acabó entre la indiferencia. El público de aires venteños puso el listón de Garrido más alto que al resto. Tras estocada desprendida y descabello, toro y torero (tras petición) fueron ovacionados.
Las protestas por falta de trapío recibieron al quinto, ‘Doctorcito’. Muy abrochado y acapachado, muy fino, de aires anovillados. José Garrido lo brindó a Javier Cortés. Toda una declaración de intenciones en el inicio ayudado por alto de rodillas y arrebatado el final en misma postura, pero por emocionantes y encendidas manoletinas. Y en el nudo, la mano izquierda por donde empujo y pudo al Alcurrucén. Garrido se vació por ahí y trató de remontar una tarde en la que se le medió en exceso. A espadas no se le escapó, estocada desprendida y letal. Una oreja.
‘Abandonado’, tercero de la tarde, de
bonito se empeñó en llevar la contraria a las hechuras. Suelto de salida y con la cara muy por arriba, se distrajo con facilidad. Y al final falta de poder y la merma de los cuartos traseros estrellaron a David de Miranda tras apuntes de valor en un trasteo demasiado largo, sin historia.
La presencia de ‘Antequerano’ volvió a deslucir. Vulgar la embestida. Como atrancada. El temple de David de Miranda, muy el palma, dio sensación de continuidad, metido entre los pitones desde el minuto uno. Sin duda no se llevó el mejor lote. Pero el de Huelva se presentó con el depósito bien de valor para ser febrero. Sin mover una zapatilla. Un bajonazo feísimo y otro hasta la bola emborronaron el último capítulo.
