San Juan en Alicante era un homenaje a la memoria de Manzanares padre en mano a mano entre Josemari hijo y El Juli. Más al norte, en Castellón, otro mano a mano para celebrar San Juan entre dos toreros del momento con una de Adolfo Martín. La ovación a Daniel Luque y Emilio de Justo tras romper el paseíllo es de las que emocionan. La afición (más de un tercio del aforo) así lo valoraba. Era un homenaje al toreo (desde el sur y desde el norte) en su renacimiento tras la puta pandemia.
A partir de ahí, en Castellón, Daniel Luque, en estado de gracia, se impuso en el mano a mano con De Justo de forma clara ante una desigual corrida de Adolfo Martín. Desigual y dura corrida, aunque sin vender esto último.
La cima -o el oasis- fue la lidia total al bravo `Tomatillo’. Lo lucieron en varas. El primer puyazo fue bello. Al toque de estribo se arrancó para encelarse en el faldón del peto. Y la vara cayó en la yema. Y encima le dieron otra oportunidad al toro, y fue con igual alegría.
Luego José Chacón lo bordó en la brega. La afición lo reconoce, lo espera, lo admira y paladea sus capotazos y hoy le obligaron a desmonterarse, como también lo hicieron con los palos Zayas y Caricol. Lo esperó, le ganó la acción y le abrió el capote mecido. Casi en los medios se desmonteró Chacón mientras sujetaba al toro… Y qué pasó. Pues que el animal se soltó y puso en aprietos a los que saludaban por las banderillas. Ahí la corrida en general no puso ninguna facilidad: esperó mucho y no fue fácil ganarles la cara y clavar dando el pecho. De atragantón, vaya.
Y pasó que Daniel Luque, repito, en estado de gracia, lo brindó y se sacó al toro por abajo, y más allá de la segunda raya se puso en redondo. El ajuste al tercer muletazo, la cintura envuelta, las caderas engrasadas y la muñeca rota y mandona. Profunda la embestida de ‘Tomatillo’. Por abajo de la pala los vuelos. Y aguante en los terrenos donde se entregan los bravos, donde embisten de verdad. Ligado en un palmo todo, sin escatimar los muletazos donde queman los pies: el cuarto, el quinto, el sexto…
Por un momento, de mantener ese nivel, la bravura de ‘Tomatillo’ era de vacas. La mano izquierda fue exigente, algo más bronca, con su punta de genio. Por eso un Luque preclaro le tragó dos tandas por ahí. Porque hubo un par de veces que se enganchó a los vuelos y ahí marcaba la diferencia. Pero no entregó su cuchara el toro. Y continuó en redondo incluso al natural, sin ayuda. Por la barriga la embestida, el hocico mojado de arena y muleta. El golpe encima de la mesa de Daniel Luique cuando ‘Tomatillo’ murió de bravo a sus pies retumbó en el toreo entero. Dos orejas y vuelta al ruedo al toro.
El primer Adolfo blandeó. Luque lo toreó a cámara lenta solo por el derecho. Por el izquierdo cazaba moscas. Y el quinto no se le entregó pese a consentirle y llegarle, de uno en uno, hasta el morro.
Para Emilio de Justo la corrida se puso cuesta arriba. Su primero le bajo la persiana demasiado pronto. Lo había entendido, pero se le agotó el fondo de casta a la tercera serie. Lo mejor (de toda su tarde también) fue la estocada.
El cuarto se abrió de los cuartos traseros y fue devuelto. El sobrero apareció castaño y con el hierro de Las Ramblas. El personal lo recibió con un oh de decepción. Era un zambombo con buen son y escasa profundidad. Algo se descompuso en la relación toro-torero. Emilio de Justo pareció verlo claro y se puso en redondo de primeras, y aquello no dijo nada. ¿Faltó ajuste, se abría demasiado, no transmitía? De Justo quiso encontrar argumento, pero se estrelló. Cuando salió el playerón sexto de Adolfo Martín todavía parecía preguntarse qué había pasado con el de Las Ramblas, y ya estaba el gris de nombre ‘Curioso’ sacando su guasa. Al final fue otro mal trago.
El toreo, el toro, su gloria, dureza y renacimiento.