La Escuela Taurina de València ha preparado dos jornadas de clases prácticas en Bocairent para medir los avances del alumnado una vez superada la pandemia. Ambas citas han demostrado un alto nivel y han transmitido ilusión. La plaza de Bocairent ha cerrado así un año especial, diferente y complicado, pero en el que el coso tallado en la roca de 1847 se ha erigido en referente del presente y futuro de la tauromaquia valenciana.
El domingo 17 octubre se ha celebrado una clase práctica con erales de Nazario Ibáñez, de encaste Núñez. Novillada guapa, cuajadita y noble. En definitiva, una buena oportunidad para un sexteto becerristas que ya tiene la lección bien aprendida y que en muchos casos, de haber sido 2020 un año normal, este 2021 más de uno ya habría podido debutar con picadores. Mantener la ilusión y seguir progresando ha sido su particular hazaña en estos tiempos extraños
Abrió cartel Carlos de María, de la Escuela de Guadalajara. A porta gayola se echó el capote a la espalda y del trance salió prendido de mala manera y con el traje corto hecho trizas. Buen corte de torero, pero sin acabar de concretar el trasteo.
A Joan Marín le correspondió un novillo muy bien hecho, chorreado y acapachado, que embistió mejor por el izquierdo. El de Almassora tuvo que ordenar la embestida y las oleadas sin terminar de estar del todo a gusto. Una oreja.
El peruano de Lima Julio Alguiar, representante de la Escuela de Málaga, se mostró muy capaz con uno de los novillos de la tarde.
Las buenas maneras de Carla Otero, de la Escuela de Guadalajara, quedaron patentes pese a la desclasada embestida de su oponente. Firmeza, temple y claridad a la hora de torear con los vuelos, por abajo, sin exageraciones, pero con mando y rematando tras la cadera.
Javier Camps desorejó con solvencia, facilidad y mucho gusto al quinto. El de Massamagrell dejó la estocada de la tarde.
Nek Romero revolucionó Bocairent. Exhibición de facultades y poderío en banderillas con el sexto, el novillo de más entidad de todo el lote que desde Yecla envío Nazario Ibáñez. Compartió palitroques con el director de la Escuela de Tauromaquia de València, Víctor Manuel Blázquez, quien hacía 12 años que no ponía un par de banderillas. Menuda papeleta. En su turno, Nek Romero tiró de piernas, quebró cuatro o cinco veces al novillo, se lo colocó y se reunió con tremendas apreturas en los mismos medios. Con la muleta demostró pedir a gritos el salto a los del castoreño. Templado y mandón, manejó distancias y terrenos con inteligencia natural. Ganó el paso o los perdió según lo reclamaba la embestida y siempre llevó la embestida muy metida en la muleta. Estocada más descabello y dos orejas y rabo por petición popular. Por cierto, es de Algemesí.
