TOQUE A REBATO DE GINÉS Y LA AUTORIDAD DE LUQUE EN EL TRISTE INICIO DE LA FERIA DE JULIO

Perezosa y triste, la Feria de Julio se puso a andar. Con ese murmullo del escaso tumulto (menos de un cuarto del aforo) que le daba un aire tristón hasta al alegre ‘Pan y Toros’. El sol era un desierto de cemento. 45 euros debajo del reloj. Ya no pueden ir a los toros ni los buscavidas ni los descamisados que lucían pellejo y hueso, y asomaban por la alturas de la solanera cuando València, su plaza de toros, no había perdido ni afición ni público ni identidad. A eso se le llama pésima gestión por parte de la empresa recién llegada y la Diputación de València, además de un relato caduco, que hace tiempo que perdió el pulso.

Diez minutos antes de empezar unos chavales, ante la falta de información, preguntaban como asustados: “señor, sabe usted qué cuestan las entradas», como viendo a ver si les caía algo mientras dos amigos, ya jubiletas, se repartían el abono. Y los chóferes de cuadrilla, ante tanto carril bici y la policía de Ribó, no sabían donde dejar las furgonas sin nadie que les indicase.

Era un drama. Triste y decadente. Hasta el aviso y la larga agonía ya desesperó el primer turno con un Miguel Ángel Perera especulativo. El Algarra sin chispa, de repente se resbaló diez veces por el izquierdo con largura y profundidad, pero apenas se la dejaron colocada en la cara para obligarlo a repetir y encelarlo. Por el derecho todo se amontonó. No hubo orden. Tras pinchazo, una buena estocada. La brava agonía puso a la gente de parte del toro que fue aplaudido en el arrastre.

El cuarto era grandón, montado y largo. No parecía ni de Algarra. Y lo hacía todo entre huyendo y a lo bruto. La frialdad distraída era más de la casa, y no se la quitó ya de encima. Por el palillo, como si no fuese con él. Pegapases Perera. El rumbo marcó tablas y fin de la historia.

Sin vida el segundo, como ha arrancado la feria. Daniel Luque, que se hizo presente con parsimonia y a pies juntos, se estrelló y optó por la brevedad. Necesaria.

Al quinto Daniel Luque lo midió de salida. Le vio virtudes y se quiso guardar las embestidas para el último tercio. Y cuando llegó el momento se apoderó Luque de todo. Doblones que acabaron redondeándose. Se apoderó de la embestida, de los terrenos, de los tiempos. Casi que un exceso. Ya los primeros muletazos tuvieron excesiva autoridad y quería reducirlo, ya sin apenas vaciarlo más allá de la cadera. Y la faena acababa de empezar.

Es el momento de los toreros. Cuando lo ven tan claro. A veces demasiado. La respuesta del toro fue lanzar hachazos. El plan requirió de empujar la embestida, darle más dimensión y cambiar el plan de asalto hasta meterse dentro mismo del toro. Luque se volvió a imponer. Insultante en las cercanías y en la firma de sus luquecinas. La estocada y una oreja.

Al tercero le dio por mansear y a Ginés Marín le dio un arrebato de torería. El toro, que se llamaba ‘Tranquilo’, como un imán, se sentía atraído por el patio de caballos. Hasta en tres ocasiones se posó allí, incluso de salida y se puso a escarbar. Pero sus embestidas, cuando lo levantaban de la querencia, tenían la pujanza del manso que arrea. Y en la muleta de Marín se sujetó casi en los medios y se ralentizó ya para siempre. Toro encastado.

El inicio de Ginés Marín fue mandón, muy dispuesto y por abajo. Convencido de que había partido. El del desprecio mirando al tendido fue el mencionado toque a rebato. Puro gesto de torero diciendo, allá voy, esto no se me escapa. Y ya nunca más se fue el animal. Lo sujetó a los vuelos y hasta ‘La Concha Flamenca’, que amenizó la faena, permaneció en un agradable segundo plano. Pero eso no quitó para que el saxo Jerónimo Castelló, de la Scola Cantorum de La Vall, se llevase su merecida ovación.

Se volcaba la cabeza de ‘Tranquilo’ tras los vuelos. El toreo de Ginés Marín brotaba desde la entrega y la emoción. Con un punto de desgarro. El temple, la embestida ralentizada. Qué bien y qué despacio le volaron los chismes. Como en dos o tres tiempos cada muletazo con remate tras la cadera y ligado. Emocionante. Y al natural. Faena completa. Honda, mandona, profunda.

Y el final, sobre la izquierda, fue de vértigo. En una baldosa los naturales y su remate ligados, aires verticales y luego roto, obligado por la casta de ‘Tranquilo’. Como en el centro de la tormenta. La boca cerrada hasta que igualó las manos el toro. Buena estocada. Hace esta faena en Pamplona y le dan el rabo. En València fue una oreja fuerte.

El castaño sexto fue recibido con una ovación de salida. Apretado y enmorrillado. Engallado siempre. Nunca descolgó. Siempre altivo. En los primeros compases de la faena de muleta soltó mucho la cara y ahí importó la paciencia en Marín. El toro apenas tuvo dos embestidas iguales, hasta que en una serie en redondo, emocionante y ligada, se reunió todo y marcó la cima. A partir de ahí, cuesta abajo, Ginés alargó la faena demasiado. Incansable a veces, escudriñando en el tal ‘Resfriado’, tratando de curarle ese genio que iba y venía. Hasta sonó el aviso. La estocada fue baja. Ovación.

Mañana una de Victoriano del Río para Morante, Roca Rey y Román. Hacemos falta todos. Y todas.

FICHA DEL FESTEJO
Plaza de Toros de Valencia, 14 de julio de 2022. Primera de la Feria de Julio. Toros de Luis Algarra de correcta presentación y variado comportamiento. Encastado el tercero. Miguel Ángel Perera, silencio en ambos. Daniel Luque, silencio y oreja. Ginés Marín, una oreja y ovación. Rafael Viotti se desmonteró tras banderillear al sexto. Menos un cuarto (2.500 personas).

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