ACTITUD Y TORERÍA, ÁLVARO BURDIEL CONQUISTA VALÈNCIA POR DOS PALOS

Álvaro Burdiel ha abierto la puerta grande de Valencia con actitud y torería. Por dos palos. Primero el toreo bueno. Luego la épica. Arrestos ante la incertidumbre y ante la embestida más enclasada que requiere pulso y reunión en una baldosa. Se nota que bebe aires sevillanos, pero que se ha hecho en Madrid también se nota. Álvaro Burdiel, por dos palos, ha conquistado València un 9 d’Octubre: ha salido por la puerta grande y luego ha pasado a la enfermería.

Día de fiesta en la Comunitat Valenciana. Una novillada para la celebración. Dos grandes señeras sobre el albero. Me parece que las han renovado. Están que lo tirán. Aunque la empresa, por ejemplo, sigue sin hacer agitación y propaganda con cartelería por las paredes de la periferia y el área metropolitana.

Había buen ambiente, aunque raruno al principio. Un tercio largo y esponjado. Cuatro mil o más. Mucha gente. ¿Todos de pago? Ya quisieran. O no. Además, el helicóptero de la policía sobrevuela la plaza durante el primer novillo por la manifestaciones de la jornada que ya no hacen ni ruido. Ni cuatro gatos.

Además, hay que anotar otra cagada. Los carteles anunciaban novillos de El Tajo y La Reina. Y al final se enchiqueraron sólo dos de El Tajo y cuatro de Martín Arranz. Reglamento en mano había motivos para la devolución de entradas. Pero la seriedad aquí se la toman por el pito del sereno y tampoco va a venir el Morante de turno a señalar ni a encararse con nadie. Que esto es Valencia, compadre. En mayo recordemos otra cagadita cuando pusieron los toros por la Virgen a la misma hora que los de marzo. Son detalles que denotan la dejadez absoluta.

Menos mal que la novillada de El Tajo, de José Miguel Arroyo, de su tutor, Enrique Martín Arranz o de quien fuese, salió con cuajo o apariencia, desarrolló buen fondo y resultó manejable. Salvo el quinto más parado, más rajado, depararon opciones todos.

Así, al ecuador del festejo cada coleta sumaba un trofeo y el personal estaba contento. Pero el empate era ficticio. Lo de Álvaro Burdiel pesó de otro modo frente al tercero y por eso le pidieron dos.

Álvaro Burdiel le firmó una faena ligada a ‘Alabastro’, de El Tajo, de trapío más liviano en la báscula, pero carita de toro, bien puesto de pitones. Burdiel, que en un quite al segundo ya había mostrado temple, se explayó en una faena que inició con ayudados por alto de rodillas.

A la actitud del novillero que arrea sorprendió además ese temple y buen gusto. Ahí surgieron tandas ligadas, profundas y sentidas. Despaciosas, de trazo largo y con remate atrás. Álvaro Burdiel llegó a los tendidos por la vía del toreo bueno y se agradeció. La estocada, buena. La balanza popular decidió que se merecía las dos orejas. Pero el palco, tan prescindible, decidió que sólo una y así demostraba una vez más su nulo criterio.

Con el sexto Álvaro Burdiel hizo un esfuerzo. Se lo brindó a su apoderado, el maestro José Ortega Cano, y volvió a ponerse de rodillas para iniciar por alto. Por el izquierdo fue atropellado de forma literal y a patir de ahí la faena encendió la emoción. Novillo menos agradecido. Era por abajo por donde embestía bien, pero eso era precisamente lo que no quería. Ese toma y daca entre protestas tuvo emoción. Burdiel aguantó gañafones sin dudar un milímetro y cuando pudo pulseó por abajo. Mucho enganchón, mucha protesta y mucho mérito por tratar de tirar de la embestida. No hizo falta ni que sonase la música. A Ortega Cabo le molestaba hasta la chaqueta, que de un arrebato la lanzó a ruedo. Otra buena estocada y la puerta grande abierta para Álvaro Burdiel. El del palco todavía sobreactuó como haciendose el duro. Cuando salió a la calle, por su propio pie Álvaro Burdiel volvió a la plaza para ir a la enfermería.

El primero era feo y altón. Por el derecho se metió por dentro. Importante fue la brega de Sergio Pérez, que siempre llevó muy enganchado y toreado cada capotazo que dio, o al menos ese fue su objetivo: ordenar.

Requería engancharse bien. Miguel Senent ‘Miguelito’ dejó buenos momentos al natural, mejor cuando menos tensión imprimía a su figura. Bastaba con asentarse sobre los talones y bajar la mano. Y así lo hizo. Hasta por la diestra surgió el acople. La estocada, caída y letal. Petición y oreja.

Con el jabonero cuarto, el único que por pelo desentonaba del resto del encierro, todos colorados, Miguelito dejó un estupendo pricipio de faena con varios muletazos muy acínturados, dejándose caer sobre los riñones. Otra vez la mano izquierda como eje argumental. Pero esta vez falló con los aceros y cambió el trofeo por una ovación.

Diego García dejó una faena tan ordenada como insulsa a su primero. Tan limpia como despegada. Sólo la buena estocada destacó entre la monotonía y recibió una oreja. Y en el quinto todavía se dio una vuelta al ruedo por su cuenta tras pasaportar al rajado quinto. A veces suceden cosas a las que no encuentras explicación.

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